miércoles, octubre 21, 2015

ME CAMBIO



Los que me habéis seguido con más o menos frecuencia, sabéis que, desde el pasado mes de febrero, estoy haciendo un curso con el objetivo de formarme para ser coach. El curso ya va llegando a su fin, y, si todo va bien, en poco más de un mes me certificaré y alcanzaré uno de mis sueños. Pero de momento, seguimos dando los pasos necesarios para llegar a ello... y para emprender un nuevo camino una vez logre alcanzar esa meta. 

Y es que las metas nunca son definitivas, siempre son nuevos hitos en el camino, son el comienzo de algo nuevo. Siempre que algo termina, algo empieza. Siempre que una puerta se cierra se abre otra. Y el motivo de mi artículo de hoy es, nada más y nada menos, que el cerrar una puerta... para abrir otra. Cierro la puerta de este blog, para abrir la de otro con el que quiero iniciar mi camino de coach personal. Dentro de ese camino iré dando pasos, iré creciendo, iré abriendo nuevas puertas. Y el primer paso de ese camino lo doy, con la presentación de mi nuevo espacio, "El sueño del héroe".

Este fin de semana presenté mi proyecto en el curso, y he de decir que tuvo muy buena acogida. Ahora lo presento aquí, invitándote a seguirme en mi nueva andadura, invitándote a acompañarme y a ayudarme a crecer, a llegar a toda la gente posible. No hay mucho más que decir. En mi nuevo blog puedes encontrar toda la información sobre mi proyecto, y las vías de comunicación para que podamos estar en contacto. Me encantaría que me acompañaras. ¿Te vienes? 

miércoles, octubre 07, 2015

LA TIERRA LLORA



En el artículo pasado, Madre Naturaleza, introducía un nuevo tema en este blog, el amor a la naturaleza, a la ecología, al medio ambiente. Tema con el que quiero continuar, al menos un artículo más. Y es que en estos días he terminado de leer la última encíclica "Laudato Si'" (Sobre el cuidado de la casa común), del Papa Francisco.

Una encíclica, en principio, es una carta que el Papa dirige a todos los fieles católicos. Sin embargo, yo diría, y más en este caso, que puede ir dirigida a toda la humanidad, profesen el credo que profesen o no profesen ninguno. Y es que, en este caso, me atrevo a decir que el 90% de lo escrito por el Papa podría haber sido escrito por cualquier otro líder espiritual, o por cualquier representante de cualquier organización que se dedique a la preservación del medio ambiente. Recomiendo por tanto a todos mis lectores la lectura de esta carta, que se lee rápido y fácil, y de la que se disfruta mucho si uno tiene una mínima sensibilidad hacia el cuidado de la naturaleza.

En mi artículo de hoy señalaré algunas de las cosas que más me han llamado la atención, resumiendo mucho, pues si no lo hiciera me extendería en demasía, dado el interés del escrito de Francisco. Creo que es una carta valiente, que mete el dedo en la llaga de muchas heridas y que sacude la conciencia de muchos católicos que dejan el cuidado del medio ambiente de lado, como un tema secundario, o, lo que es peor, como una invención de "los progres". El Papa, además, cuestiona los modelos actuales de producción y de consumo, y los hace responsables del daño que en las últimas décadas está sufriendo nuestro planeta. Asume como cierto el cambio climático, tan cuestionado desde sectores conservadores, y pide reflexión y acción, pide un cambio en los modelos de producción, una mayor conciencia ciudadana, un cambio en los modos de vida (reducción del consumo y mayor atención a los más necesitados, entre otras cosas). En definitiva, pienso que es una carta revolucionaria y valiente, una carta incómoda para los poderosos y para muchos empresarios, para los que lo más importante es el dinero y lo demás es secundario. Cito a continuación algunas de las frases de la encíclica que más han llamado mi atención.

Dice el Papa, en la introducción de la encíclica, que "esta hermana (llama hermana a la tierra, con palabras de san Francisco de Asís) clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella".

"Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras de poder que rigen hoy la sociedad". Aquí cita a Juan Pablo II, en la encíclica Centesimus annus.

"El ambiente natural está lleno de heridas producidas por nuestro comportamiento irresponsable. También el ambiente social tiene sus heridas. Todas ellas se deben a la idea de que la libertad humana no tiene límites".

"Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica; que degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados".

"Muchos esfuerzos para buscar soluciones a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen el camino de solución van de la negación del problema a la indiferencia".

"Debemos limitar al máximo el uso de los recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar. (...) Nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático. (...) La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo".

"Muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas".

"Este nivel de intervención humana, frecuentemente al servicio de las finanzas y del consumismo, hace que la tierra en que vivimos se vuelva menos rica y bella, cada vez más limitada y gris, mientras al mismo tiempo el desarrollo de la tecnología y de las ofertas de consumo sigue avanzando sin límite".

"No es propio de habitantes de este planeta vivir cada vez más inundados de asfalto, vidrio y metales, privados del contacto físico con la naturaleza".

"No suele haber conciencia clara de los problemas que afectan particularmente a los excluidos. (...) Ello se debe en parte a que muchos profesionales, formadores de opinión, medios de comunicación y centros de poder están ubicados lejos de ellos, en áreas urbanas aisladas. Viven y reflexionan desde la comodidad de un desarrollo y una calidad de vida que no están al alcance de la mayoría de la población mundial".

"La tierra de los pobres del Sur es rica y poco contaminada, pero el acceso a la propiedad de los bienes y recursos para satisfacer sus necesidades vitales les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso".

"Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos". (...) La alianza entre la economía y la tecnología termina dejando fuera lo que no forma parte de sus intereses inmediatos".

"Cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta".

"Tenemos la tentación de pensar que lo que está ocurriendo no es cierto. Eso nos permite seguir con nuestros estilos de vida, de producción y de consumo".

"Hoy el pecado se manifiesta con toda su fuerza en las guerras, las diversas formas de violencia y maltrato, el abandono de los más frágiles, los ataques a la naturaleza".

"La indiferencia o la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre termina trasladándose de algún modo al trato que damos a otros seres humanos".

El Papa también aprovecha para criticar la absolutización de la propiedad privada, que muchas veces lleva a la marginación de los más débiles: "La Iglesia defiende, sí, el legítimo derecho a la propiedad privada, pero enseña con no menor claridad que sobre toda propiedad privada grava siempre una hipoteca social (...) No es conforme con el designio de Dios usar este don de modo tal que sus beneficios favorezcan sólo a unos pocos".

"Qué significa el mandamiento no matarás cuando un veinte por ciento de la población mundial consume recursos en tal medida que roba a las naciones pobres y a las futuras generaciones lo que necesitan para vivir".

"El hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto, porque el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia".

"El mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social. Tenemos un superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora". 

"La cultura ecológica debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático".

"Es indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera".

Y así podría seguir, citando frase tras frase, de manera que mi artículo se haría interminable. El Papa habla también de la importancia de la biodiversidad, de la contaminación de las aguas y los suelos, habla de la imposibilidad de cuidar la naturaleza si no somos capaces de tener una mirada de compasión sobre el propio ser humano, especialmente sobre los más débiles, critica la cultura del relativismo, la cultura del "usar y tirar", habla de la necesidad de poner límites a los que tienen mayores recursos y poder financiero para lograr una verdadera libertad económica de la que todos se puedan beneficiar, habla de los organismos genéticamente modificados, de los productos transgénicos, habla de la necesidad de que todos tengan acceso a un trabajo y a una vivienda digna, habla de la hipocresía de los políticos, que obedecen a intereses electoralistas olvidando el bien común...En fin, habla de tantas cosas, y con tanta profundidad, que lo mejor es leer la encíclica y empaparse de ella, reflexionarla, meditarla. Se puede adquirir en cualquier librería, pero también se puede "bajar" de la página del Vaticano, a través de este enlace: Laudato Si'. Si la lees, te encontrarás con muchas más frases e ideas contundentes y maravillosas que no he incluido en el presente artículo por no alargarlo aún más de lo que ya lo he hecho.

El Papa critica duramente diversos comportamientos y diversas actitudes. Atiza sin piedad a la dictadura del mercado, que pone al dinero por encima de todo olvidándose del ser humano, critica el consumismo exacerbado, critica también a determinados cristianos que, "bajo una excusa de realismo y pragmatismo suelen burlarse de las preocupaciones por medio ambiente"... 

Pero el Papa, además de criticar, propone soluciones. Algunas se nos escapan de las manos, pues corresponden a los gobiernos, a los empresarios y a los poderosos que manejan el mundo. Pero a nosotros nos propone presionar a esos poderosos para que acaben cambiando los modelos de producción y de consumo. Y también nos propone llevar a cabo acciones, cambios en nuestros modos de vida, que puedan contribuir a mejorar la calidad del medio ambiente: "evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias". Son ideas, sólo algunas, entre las muchas que podemos llevar a cabo. Seguro que a ti se te ocurren muchas más. Y para que colabores con este artículo, y por tanto con la preservación y mejora del medio ambiente, te animo a compartirlas aquí. ¿Qué te parece? ¿Te animas? Seguro que si cada uno propone un par de ideas, entre todos sacamos un montón de ellas, y nuestro entorno lo agradecerá. Empiezo yo: propongo dejar de utilizar las bolsas de plástico que nos dan en los comercios, ya sean gratis o de pago, y que a cambio llevemos nuestras propias bolsas de tela. Y como segunda idea, propongo que, si vas al monte o al campo, te lleves una bolsa y metas en ella los desperdicios que te encuentres tirados por ahí. Ya, ya sé que no los has tirado tú. Pero si vamos creando conciencia, quizá poco a poco los espacios naturales vayan estando más limpios...

¡Tu turno! ¿Qué se te ocurre para colaborar con la preservación del medio ambiente?


viernes, octubre 02, 2015

MADRE NATURALEZA



Dije en mi primer artículo de este blog que aquí hablaría de belleza. Y qué más bello que la naturaleza, en todas sus manifestaciones. Por eso hoy quiero hablar de eso, de naturaleza. Y es que esta tarde he disfrutado como un enano (siempre me he preguntado cómo disfrutan realmente los enanos) dando un paseo de algo más de dos horas por el Pardo. 

Iba preparado con mi cámara, pues sé que por estas fechas los gamos se suelen acercar a buscar comida entre los árboles próximos a la valla que delimita el territorio prohibido a los humanos (el llamado Coto nº 1) y el sí permitido. Lástima que, a pesar de ser una buena cámara, el objetivo que tengo es más bien mediocre. Lástima, porque el espectáculo que he presenciado era digno de ser bien fotografiado. He hecho fotos, sí, pero no de la calidad que a mí me hubiera gustado.

 


En cualquier caso, e independientemente de las fotos que haya podido hacer, buenas o malas, mejores o peores, he disfrutado de dos horas maravillosas, contemplando a los numerosos gamos que pastaban, como decía, cerca de la valla. Eso, al poco rato de comenzar mi paseo. Pero lo mejor ha venido más tarde, cuando he comenzado a escuchar el característico sonido que emiten los machos tratando de cortejar a las hembras. No se trataba aún del bramido de la época de berrea, un sonido similar al mugido de una vaca pero mucho más potente, y, a menudo, seguido del golpeo de unas astas con otras. La berrea es época de celo, época de conquista, época de peleas furibundas para ganarse el favor de las hembras. 

Pero no, hoy no había peleas, ni había bramidos. El sonido que emitían los machos, como digo, era diferente. Al principio, pues no lo había oído nunca, lo confundí con el que hacen los jabalís al hozar en la tierra. Una especie de sonido gutural, semejante a un eructo pero más profundo y más grave. Sin embargo, al seguir el rastro de dicho sonido, pude ver que se trataba de un gamo tratando de llamar la atención de la hembra. El espectáculo era delicioso. Un viejo macho, enorme, con unas astas gigantescas, trataba de cortejar a una hembra que, literalmente, no le hacía ni caso. Salvo algunas veces, que se dirigía hacia él emitiendo un sonido similar al chillido de algunas aves, como diciendo, "déjame en paz, pesado".










Sin embargo, el macho no desistía, se movía con ella, la seguía a donde ella iba, siempre emitiendo ese sonido tan característico. Sólo una vez se despistó, momento en el que otro macho aprovechó para acercarse a explorar el terreno. Pero en cuanto el viejo macho se percató corrió a defender su territorio, y el macho joven, sin ofrecer resistencia alguna, se marchó de allí para evitar males mayores.

Un buen rato estuve allí, siguiendo las evoluciones del cortejo, sin que la hembra cediera ni un ápice, y sin que el macho desistiera en sus intentos de conquista. Muchas más hembras había alrededor, pero él sólo quería a aquella. Y estoy seguro de que, antes o después, acabará logrando su objetivo. El año que viene por estas fechas pasearé de nuevo por el mismo sitio que hoy, y algunos de los gamos jóvenes que me encuentre serán fruto de la paciencia y la constancia de este macho viejo que hoy he tenido la fortuna de conocer.

Tras un rato, media hora o así, decidí continuar mi camino. Había visto ya muchos gamos, y, casi al principio de mi paseo, un jabalí, que al ver a Zarko, mi perro, salió despavorido. Ningún jabalí más había aparecido, hasta que de pronto, al doblar una curva del camino, me encontré con una familia de numerosos ejemplares y diversos tamaños. Había uno especialmente grande, debía de ser un macho adulto, una especie de jefe del clan. Y luego había otros de tamaño medio, quizá hembras, pues muy cerca de ellas transitaban algunos ejemplares jóvenes, aún con colores parduscos, transición entre el pelaje de los rayones (ejemplares a mitad entre jabato y adulto, adolescentes, podríamos decir, estableciendo una comparación con las edades humanas) y el grisáceo de los adultos. Como había hecho antes con los gamos, disfruté de lo lindo siguiendo las evoluciones de esta peculiar familia. Permanecían a unos veinte o treinta metros de la valla, y vigilando de vez en cuando mis movimientos. 








Hasta que de pronto, un ejemplar más bien joven bajó hasta la valla, buscando las bellotas de las encinas próximas. Entonces Zarko, al verle, corrió hasta él. Yo pensé que saldría corriendo, como había ocurrido con el que encontramos al principio de la tarde. Pero no fue así. El jabalí, al ver a mi perro, levantó la cabeza del suelo, y le esperó. Cuando se juntaron, con la valla de por medio, se olisquearon, se reconocieron, se saludaron, y continuaron cada uno su camino. El jabalí a lo suyo, que era buscar comida, y Zarko a su palo, que es lo que más le gusta en el mundo si no contamos la comida.



También vi un galápago tomando el sol sobre un tronco en mitad del río, y muchas aves (entre ellas unos cuantos ánades reales y algún Pico Picapinos o pájaro carpintero), pero no les presté mucha atención. En la tarde de hoy, los mamíferos captaron toda mi atención. Las dos horas se me pasaron en un suspiro...


miércoles, septiembre 30, 2015

LOS ACTOS TIENEN CONSECUENCIAS



Hace algunos días, alguna semana ya, quizá, un amigo me envió un vídeo, sugiriéndome que podía servirme para alguno de mis artículos. El vídeo yo lo había visto hace tiempo, y me reí mucho. Pero no me paré a pensar que, además de pasar casi cinco minutos de lo más divertido, podía servir también para reflexionar sobre cómo educar a los hijos.

Os dejo con el vídeo, que seguro habéis visto ya, pues ha corrido por las redes sociales como la pólvora, y luego comentamos un poco.


¿Os imagináis los momentos previos al vídeo? ¡La que tuvieron que organizar! También me puedo imaginar al padre al verlos. Imagino que la primera reacción pudo ser montar en cólera al ver cómo se han puesto sus hijos, y cómo han puesto la casa. Eso no se ve en el vídeo, pero el padre se lo echa en cara a los niños.

Por otro lado... qué curioso, vivimos en el mundo de Internet, y lo primero que se nos ocurre, ante algo que consideramos puede tener audiencia, es ir corriendo a por la cámara de vídeo para grabarlo. En cualquier caso, lo interesante es la conversación que tiene el padre con sus hijos, tratando de contener la risa al ver semejante cuadro, y al escuchar las respuestas del mayor y cómo el pequeño se somete a las respuestas de éste.

Me parece instructivo que el padre dialogue con sus hijos, salvando las distancias, como si fueran adultos. Podía haberles echado una bronca tremenda, haberles mandado a su habitación castigados... y sin embargo lo que hace es dialogar con ellos pidiéndoles explicaciones por lo que han hecho. Así, les enseña que los actos tienen consecuencias, y que cuando uno decide hacer algo, después ha de hacerse responsable de esas consecuencias. En este caso, la consecuencia de haber hecho un mal uso de la pintura es que esa noche no tendrán zumo para cenar, además de tener que limpiar lo que han manchado. Al principio no quieren asumir el castigo, pero pronto se dan cuenta de que, como les dice el padre, están en serios problemas, y no les queda otra que asumir las consecuencias de lo que han hecho. A pesar de la risa que el padre a veces no es capaz de aguantar, consigue hacerles entender que la situación no es graciosa, que él no está contento y que lo que han hecho no está bien.

Otra cosa que me parece instructiva en el vídeo es cómo, sin que ellos se den cuenta, les "obliga" a decir la verdad. Al principio el mayor echa balones fuera, y carga toda la culpa sobre su hermano. De hecho, dice que él no va a limpiar nada, que lo va a hacer su hermano. Pero poco a poco se va dando cuenta de que eso no le va a servir de nada. Llega un momento en el que es el pequeño el que trata de eludir la responsabilidad, y dice que no se siente culpable. Pero entonces se fija en el mayor, que ya ha entendido, e imita su asunción de responsabilidad. Finalmente asumen, sin dramas ni broncas, que tendrán que limpiar lo que han manchado.

¿Qué os parece? Creo que a veces tratamos a los niños como si fueran tontos o algo así, como si por el hecho de ser niños no pudieran entender una serie de normas, como si para ello hubiera que gritarles, imponerles grandes castigos, encerrarles... Pero... ¿no es mejor una actitud así? ¿No es mejor tratarles como personas razonables capaces de asumir la responsabilidad de sus actos? Pienso que esto es más instructivo, y, a la vez, crea un clima mucho más sano dentro de la familia. Tras una bronca, un niño puede quedar asustado, sin ganas de acercarse a su padre en un buen rato. Y, bronca tras bronca, la confianza puede ir debilitándose. De esta otra manera los niños aprenden a ser adultos, aprenden que en la vida hay que poner límites, que no todo vale, que, como hemos dicho antes, los actos tienen consecuencias y todos debemos asumir la responsabilidad de esas consecuencias.

¿Qué opináis? Me interesa sobre todo la opinión de los que sois padres, abuelos, educadores... ¡Gracias por vuestra participación!

lunes, septiembre 21, 2015

ÉPICA



Estos días pasados hemos tenido la oportunidad de vivir una nueva gesta del deporte español. Nuestra selección de baloncesto, capitaneada por un Felipe Reyes que, como los grandes vinos, mejora con la edad, y liderada por Pau Gasol, un hombre de otro planeta, nos ha vuelto a dar una alegría, otra más, y van... unas cuantas. Pero esta vez ha sido, si cabe, de forma más heroica, más épica. Algunos de los mejores (Ricky Rubio, Juan Carlos Navarro, Abrines, Marc Gasol, Calderón) no estaban. Esta vez, como los propios protagonistas reconocieron, había menos talento. Pero había mucha furia, mucha garra, muchas ganas, mucha pasión... ¡muchos huevos!

El campeonato empezó con un revés, la derrota ante Serbia, uno de los grandes favoritos del torneo. Después pasamos por encima de los turcos, cargando la mochila con ánimos renovados. Pero a continuación Italia volvió a mostrarnos la cruda realidad, y nos vimos obligados a ganar a otra gran potencia del baloncesto, Alemania, liderada por Nowitzki. Eran ellos o nosotros. El que ganaba seguía, el que perdía quedaba fuera. Y volvimos a dar la cara, volvimos a mostrar nuestra casta, volvimos a decir a Europa que nuestro objetivo era el oro y no otro. 

Pero antes, un camino lleno de escollos. Quizá el menos complicado el primero, Polonia. Pero a partir de ahí... a partir de ahí tuvimos que vérnoslas con las favoritas del torneo, con rivales realmente duros y complicados, con muchísimo talento y mucho baloncesto en sus filas. En cuartos de final, Grecia, ante la cual tuvimos que sudar la gota gorda. Pero fue en semifinales, ya en territorio francés, cuando España dejó claras cuáles eran sus intenciones. En casa del anfitrión, con todo en contra (incluidos los árbitros, cuya actuación dejó muchísimo que desear), y cuando peor estaban las cosas, apareció un hombre de otro planeta, y, escoltándolo, un equipo de gladiadores, un equipo de espartanos que fueron capaces, entre todos, creyendo en sí mismos, creyendo en la victoria, de dar la vuelta a un partido que parecía perdido. Y lo hicieron poniéndose el mono de trabajo. Probablemente -seguro- con menos talento que los franceses. Pero con más rabia, con más fuerza, con más coraje, con más pasión, con esa furia que nos ha caracterizado a los españoles a lo largo de la Historia, con más... cojones, sí, por qué no decirlo, con más cojones que ellos. Es posible que los franceses tuvieran mejores jugadores, además del apoyo de la grada, y de los árbitros en decisiones decisivas. Pero España demostró poder con eso y mucho más, demostrando al mundo que no todo en la vida es talento. Y, resurgiendo de las cenizas, cual Ave Fénix, se llevó una victoria que parecía imposible.

Por último llegó Lituania. Un equipo de soldados, como lo definió Rudy, un enorme Rudy que jugó todo el campeonato lesionado, con dolores de espalda, que en ocasiones le hicieron sufrir lo indecible. Pero España llegaba con carrerilla, llegaba con la fuerza de haber derrotado a Francia cuando parecía imposible, llegaba creyendo más que nunca en el oro, y se llevó el partido de manera más sencilla a la que se esperaba. Y no porque Lituania no opusiera resistencia. Sino porque desde el principio, como dijo el "extraterrestre", bajaron el culo, se pusieron el mono de faena y lucharon cada canasta como si fuera la última. Y ante eso, los lituanos nada pudieron hacer.

La selección española ha dado grandes lecciones durante estos días de campeonato. Nos ha enseñado, como ya he mencionado, que, además del talento, son necesarias otras virtudes para ganar las grandes batallas de la vida. Hace falta mucha fuerza, mucha determinación, hace falta coraje, hace falta creer, y hace falta trabajar en equipo. Porque si algo ha demostrado nuestra selección, es que es un gran equipo, una piña, como se suele decir. Todos aportaban algo, nadie se escondía, nadie se quejaba cuando le tocaba estar en el banquillo, todos remaban en la misma dirección. Todos a una, especialmente en los momentos difíciles. Nos han enseñado también la importancia de levantarse después de cada caída, de volver a luchar, de creer en la victoria incluso cuando ésta parece más lejana. Nos han enseñado también cómo hacer oídos sordos a las críticas, o, mejor aún, como servirse de esas críticas para lograr aún más fuerza. No fueron pocas las voces críticas hacia el seleccionador por llevar a la plantilla que llevaba, y hacia algunos de los jugadores, jugadores que han callado muchas voces con su juego y con su entrega.

Todas esas lecciones las podemos aplicar a nuestra vida. Luchar por nuestros sueños, y alcanzarlos, es posible si en ello se pone toda la pasión, todo el coraje, toda la rabia, toda la fuerza del mundo. Y constancia, mucha constancia. Trabajar un día y otro, después de cada victoria y después de cada derrota. Levantarse una vez y otra, pelear, bregar, dar cada día un nuevo paso, aunque sea pequeño. Y, como dije en mi último artículo, disfrutar del camino. Esa es otra de las cosas que han hecho nuestros héroes: disfrutar de cada partido, disfrutar de la convivencia entre ellos, pasárselo bien jugando al baloncesto. Y sufrir juntos cuando tocaba. Que la vida es eso, alegría y disfrute, pero también sufrimiento y tristeza. Todo ello, en la misma batidora, para alcanzar el éxito, para alcanzar la felicidad. Cada día. Paso a paso. ¡¡A por ello!!

lunes, septiembre 14, 2015

DISFRUTAR DEL CAMINO



El pasado fin de semana tuve la suerte de vivir un intenso y bonito fin de semana junto a mis compañeros, coaches y formadores del curso de coaching en el que me encuentro embarcado. Se trataba del fin de semana de la confianza, fin de semana en el que hemos tenido la oportunidad de tomar conciencia de lo que significa confiar en nosotros mismos y en los demás (lo primero es esencial para que se dé lo segundo; si yo no confío en mí mismo, difícilmente voy a poder confiar en los demás). Y aprovecho, una vez más, para expresar mi agradecimiento por todo lo que estoy viviendo en este curso.

Pasaron muchas cosas a lo largo de ese fin de semana, todas muy bonitas y formativas. Pero quería centrarme hoy en un ejercicio, y la reflexión a la que ese ejercicio nos llevó, que tuvo lugar el sábado por la mañana. Se trataba de un ejercicio en el que cada uno se fijaba un objetivo, y a la de una, dos y tres, se lanzaba en su busca. El resultado fue que... en cuanto escuchábamos la palabra "tres", nos lanzábamos como locos a por nuestro objetivo, cual fieras salvajes se lanzan a por su presa en mitad de la sabana. No reparábamos en si teníamos algo por delante o no, no nos deteníamos a mirar quién caminaba -más bien corría- a nuestro lado, no nos fijábamos en nada más que en nuestro objetivo. Sólo nos importaba eso, conseguir el objetivo que nos habíamos marcado.

Y esto, querido lector, ¿no te dice algo? No hay más que echar un vistazo al mundo exterior para observar un comportamiento similar al que tuvimos mis compañeros y yo en esa mañana de sábado. Es más, ni siquiera hay que mirar hacia afuera. Basta con mirar cómo nos comportamos nosotros mismos en numerosas ocasiones. Vivimos en un mundo altamente competitivo, es más, la sociedad capitalista y consumista se basa precisamente en eso, en la lucha por alcanzar un objetivo. Se basa en la competencia feroz, en la ley del más fuerte, en la búsqueda del éxito a toda costa, sin importar lo que vamos dejando en el camino. En las empresas abundan los llamados "trepas", que tratan de llegar a lo más alto aun a costa de dejar cadáveres por el camino (hablo, evidentemente, en sentido metafórico). Los objetivos personales están a menudo muy por encima del compañerismo. Y para llegar a ellos vale todo. Vale la mentira, vale la hipocresía, vale la adulación al de arriba y la humillación del de abajo, vale la calumnia para eliminar competidores, vale el soborno, el tráfico de influencias, vale cualquier cosa que pueda ayudar a conseguir el premio final. Y eso se da tanto a nivel personal como, sobre todo, a nivel empresarial. Un ejemplo claro son los Bancos. El objetivo es ganar dinero, y para ello se enfangan en todo tipo de trampas legales para saquear a los clientes (no hay más que ver las abusivas comisiones a las que nos someten) y ganar cuanto más dinero mejor. Otro ejemplo son los partidos políticos, sobre los que sobra decir nada. Y todo esto empieza en la escuela. Ya desde pequeñitos nos enseñan a competir, nos dicen que debemos luchar por ser el mejor de la clase, por conseguir las mejores notas, nos hacen ver que si no conseguimos eso nunca podremos llegar a ser felices, no podremos hacer la carrera deseada, no podremos ser buenos médicos, buenos ingenieros, buenos arquitectos. Y, curiosamente, las asignaturas que hablan de la vida, como es la Filosofía, quedan a un lado, se les quita toda su importancia, se las considera asignaturas menores.

Vivimos en un mundo tan competitivo, que, en ese afán por conquistar nuestros objetivos, se nos acaba olvidando vivir. Como nos pasaba el sábado por la mañana en el citado ejercicio, corremos enloquecidos en pos de nuestro objetivo, y no miramos a nuestro lado. No miramos, ni mucho menos conversamos, con nuestros compañeros de camino. Ni siquiera nos fijamos en ellos, no los conocemos, no nos paramos a pensar si juntos podríamos llegar más lejos. Corriendo a todo correr se nos pasa la vida, y nos perdemos las maravillas que ésta nos regalaría si nos paráramos un poco a contemplarla despacio. Nos perdemos atardeceres y amaneceres, nos perdemos la risa de un niño, nos perdemos cientos de conversaciones agradables, nos perdemos la sabia conversación de un anciano, nos perdemos el placer de caminar bajo la lluvia y el secarnos después junto al fuego charlando sin prisas con los nuestros. Y nos perdemos cientos y cientos de oportunidades de una vida mejor, que ni siquiera vemos porque estamos centrados en un objetivo que, una vez que lo alcanzamos, muchas veces ni siquiera nos satisface. Y entonces buscamos otro... y comenzamos de nuevo a correr, una vez más olvidándonos de vivir.

El silencio, la quietud, la calma, el vivir despacio, son grandes lujos que dejamos de lado y que deberíamos recuperar para lograr una vida más plena, más satisfactoria, más feliz y más auténtica. El compañerismo, el colaborar unos con otros por encima de la maldita competencia, la solidaridad, la vida en común, todas esas cosas son las que nos hacen más humanos y por tanto más felices. Y no el ganar más dinero, el llegar más lejos, el trepar más alto, que lo que nos lleva es a envejecer más rápido y a tener el corazón podrido, el alma triste y la mirada apagada y gris.

Yo propongo, como medidas para ralentizar un poquito nuestras vidas, algunas ideas: dar de vez en cuando un paseo por el campo; aprender a meditar; pasar algunos minutos a solas cada día, en silencio; reducir drásticamente el tiempo dedicado a ver TV y sustituirlo por la lectura de un buen libro y/o por la conversación pausada con la familia y los amigos; si eres jefe dentro de una empresa, dedicar tiempo a conocer a tus empleados; y si no lo eres, dedicar ese mismo tiempo a conocer a tus compañeros. Son sólo algunas ideas. Se me ocurren muchas más, pero se me ocurre también otra cosa: tú que me lees, piensa en alguna idea diferente a las que yo acabo de plasmar aquí, y déjamela en un comentario. Si todos los que me leéis lo hacéis, podemos, entre todos, terminar un bonito artículo. También te invito a compartir este artículo con familiares, amigos, compañeros de trabajo, conocidos... y así agrandar aún más el número de ideas. ¿Te animas? 

miércoles, septiembre 09, 2015

LA VIDA EN HORA Y MEDIA



El pasado viernes por la tarde, después de comer, decidí ir a dar un paseo por El Pardo, con Zarko, mi perro. Así que cogí el coche, y allí nos fuimos. Llegamos a eso de las 15.30, quizá un poco después. No había nadie, estábamos solos, todo era perfecto para pasar un rato relajante, alejados del ruido, de la contaminación, del bullicio de la ciudad. Sólo había una pega, si es que se le podía considerar pega (quizá para otros lo fuera, para mí, en principio, no tanto): el cielo amenazaba tormenta. Si mirabas hacia un lado, aún había tramos bastante despejados. De hecho, nuestros primeros pasos fueron acompañados de un sol que picaba en el cuello al caminar. Pero si mirabas hacia el lado contrario... densas nubes, cada vez más negras, parecían anunciar un segundo diluvio universal. Pero como decía antes, para mí, en principio, una tormenta de verano no es un gran obstáculo para darme un paseo por el campo. Sí lo sería si el destino fuera otro, y si la tormenta fuera eléctrica. Pero en este caso, lo más que me podía pasar era que me mojara un poco. Así que decidí continuar.

Y a medida que lo hacía, las nubes se acercaban cada vez más, cada vez eran más densas, más oscuras, más amenazantes. Algunos kilómetros más allá, hacia el oeste, en la sierra, las nubes ya descargaban con fuerza. Y todo parecía apuntar a que era cuestión de tiempo que descargara también sobre nosotros. Paré un momento mientras Zarko buscaba conejos entre los matojos de piorno. Dudé si continuar o no la marcha... y finalmente decidí desafiar a la tormenta y seguir caminando.


El paseo era agradable, la temperatura también. El sol, que al principio molestaba, ya había dejado de hacerlo. Caminábamos Zarko y yo solos, acompañados de vez en cuando por algún conejo o alguna liebre que hacían las delicias de mi atlético perro. Nunca los coge, y no por falta de velocidad. Antes o después los astutos lepóridos encuentran una madriguera donde esconderse o un matorral tras el que hacer un quiebre de despiste. Pero a Zarko no le importa. El hecho de perseguirlos, aun no logrando darles alcance, ya es para él gran motivo de satisfacción. Y para mí... para mí es una delicia verle correr, deleitarme con sus movimientos gráciles y atléticos, verle suspenderse en el aire galopando entre los matorrales.

De vez en cuando me detenía a hacer alguna foto. La naturaleza me regalaba maravillosos cuadros dignos del mejor de los pintores. Es una de las buenas cosas de las tormentas. Las nubes proporcionan al cielo una magia especial, le dan un aspecto tétrico y a la vez embriagador, lo dibujan con una luz especial y un colorido sin igual. 

De pronto comenzó a levantarse un aire, al principio no demasiado fuerte pero que iba incrementando su potencia poco a poco, y que traía consigo algunas gotas de agua, de momento pocas. Pero todo avanzaba a gran velocidad. La fuerza del viento, las nubes, cada vez más densas y oscuras... Hasta que el cielo quedó encapotado del todo, y en cuestión de segundos comenzó a llover con furia, al tiempo que la temperatura bajaba de golpe varios grados. Mientras, Zarko permanecía ajeno a la climatología, y seguía a lo suyo, que era jugar con palos y perseguir conejos.


Y en medio de la tormenta, caminando bajo la lluvia, nos topamos con la muerte. ¡Ah, la muerte, esa indeseada, esa cruel compañera de camino, esa desconocida! Huimos de ella como de la peste, le damos la espalda, no queremos ni oírla nombrar. Y sin embargo, ella, caprichosa y burlona, siempre está ahí, siempre al acecho, siempre a la vuelta de la esquina, esperando su momento, segura de atraparnos en cualquier estación de nuestro viaje. Y yo me pregunto... ¿qué sentido tiene ignorarla? ¿Qué pretendemos conseguir declarándola tabú? Al fin y al cabo, si hay algo seguro en nuestras vidas es que nos vamos a morir. Y de nada sirve ignorarla. 

Pero no, no pretendo, hablando hoy de la muerte, amargarle a nadie la mañana (o la tarde, o la noche, o el momento en el que estés leyendo esto). Al fin y al cabo, no estoy hablando de nada que no conozcamos de sobra. A lo que quiero llegar es a que... si dejáramos de vivir de espaldas a la muerte, si dejáramos de vivir como si nunca nos fuéramos a morir, quizá nuestra vida sería más plena, quizá aprovecharíamos mejor cada momento de nuestra existencia, quizá viviríamos con mayor intensidad. Y es probable que, al llegar el momento de salir de este mundo, lo hiciéramos con mayor dignidad, con más valentía, sin tanto miedo, sin tanto dramatismo. Dicen que uno muere como ha vivido. Si vivimos como cobardes, moriremos como cobardes. Y si vivimos valientemente, exprimiéndole a la vida todo su jugo, moriremos con valentía.


Y tras la tormenta, igual que ocurre en la vida, salió el sol. El viento se llevó las nubes, y con ellas a la lluvia, que fue disminuyendo su fuerza poco a poco hasta desaparecer por completo (aunque, curiosamente, durante un rato seguía cayendo aun sin ninguna nube en el cielo). Igual ocurre, decía, en nuestras vidas. De vez en cuando aparecen tormentas que amenazan con destruirlo todo. Parece que van a ser eternas, que nunca van a desaparecer. Nos hacen creer que nuestra vida ya será siempre así, gris, oscura, triste, sin esperanza ninguna. Sin embargo, antes o después, muchas veces cuando menos lo esperamos, las nubes desaparecen y sale el sol para hacer brillar de nuevo nuestra vida. Pero... esos momentos de luz no serían igual de brillantes sin haber pasado antes por las oscuras tormentas. La calma no tendría valor sin la tempestad. Ambas son necesarias, son ingredientes, para alcanzar una felicidad plena. Son la cara y la cruz de la misma moneda, no se pueden separar. Y cuando lo intentamos, cuando pretendemos vivir siempre en la luz sin aceptar la oscuridad, es cuando aparecen las neurosis, las depresiones, la amargura (sin negar, eso sí, que todo esto pueda aparecer a veces por otras causas ajenas a nosotros). Lo bueno es saber que, al final, siempre sale el sol.


Finalmente llegué al coche seco y sin rastro de haber caminado durante casi una hora bajo la lluvia. En hora y media de paseo (poco más), pude disfrutar de numerosos regalos que esa tarde me quiso hacer la naturaleza, invitándome a reflexionar sobre la vida. Me regaló también unas cuantas fotos, algunas de las cuales comparto con vosotros en este artículo.

Una vez más, gracias por leerme, por estar ahí. Por vuestros comentarios, por vuestros ánimos, por vuestras felicitaciones, por vuestras críticas. Gracias por vuestra presencia.

martes, septiembre 01, 2015

¿TE VAS A QUEDAR AHÍ TIRADO?



Estaba preparando una charla que tengo que dar próximamente, y buscando material para la misma me he reencontrado con un vídeo que ya vi hace tiempo. Se trata de un fragmento de una conferencia de Nick Vujicic, un hombre que nació sin brazos ni piernas. Lo he visto ya varias veces, y cada vez que lo veo vuelvo a emocionarme. Os dejo con Nick, y luego comentamos.


La calidad del vídeo no es la mejor, pero tampoco es necesario mucho más. El mensaje se entiende perfectamente. Y, la verdad, no habría mucho que decir, no habría más que añadir. Pero yo me pregunto... ¿por qué nos quejamos tanto? ¿Por qué, en cuanto las cosas nos salen mal, o no salen como nosotros queríamos, o no salen a la primera, tiramos la toalla y nos vamos a un rincón a llorar? ¿Por qué, de qué nos sirve, hacernos las víctimas, echar la culpa de todo a nuestro entorno, a la sociedad, al sistema, en lugar de hacernos responsables de nuestra propia vida? El protagonista del vídeo bien podría haber pensado, "la vida para mí no tiene sentido, no puedo hacer nada". Y sin embargo, ahí lo tenemos, dando ejemplo de coraje y superación. Podéis encontrar muchos más vídeos sobre él en la red. Por ejemplo, hay uno en el que nos cuenta un poco de cómo se las arregla en casa. Podéis verlo pinchando en este enlace

Ahora Nick, que podía haberse dedicado a lamentar su mala suerte, está casado con una bellísima mujer y tiene un hijo encantador. Todos los días, o casi todos, publica en las redes sociales, recordando al mundo que la vida puede, y debe, vivirse intensamente. 

Ayer por la noche, cuando trataba de dormirme, me llegó la noticia del fallecimiento de un compañero de un curso reciente. Eduardo tenía 41 años y un accidente de tráfico acabó con su vida. Pero... ¿por qué cuento esto? ¿Qué tiene que ver con lo que estamos hablando? Pues tiene que ver mucho. Tiene que ver que no sabemos cuándo nos vamos a ir de este mundo. Eduardo lo estaba pasando mal, su vida no era como le gustaría. Pero luchaba para salir adelante, y, poco a poco, lo iba consiguiendo. Finalmente, probablemente cuando menos lo esperaba, y cuando un montón de planes le esperaban a la vuelta de la esquina, lo que encontró fue la muerte. Y eso nos puede pasar a cualquiera. Ninguno estamos libre de ello. Todos tenemos fecha de caducidad, nuestro paso por este mundo es efímero. Por eso, ¿no deberíamos exprimir a fondo cada uno de los instantes de cada uno de los días de nuestra vida? No sabemos si va a ser el último. 

Nick nos enseña a ello. Nos enseña a levantarnos cada vez que caemos, una, dos, diez, mil veces, las que sean necesarias. Nos enseña a saltar por encima de las dificultades, a reírnos de ellas, a afrontarlas con coraje y dignidad. Nos enseña a vivir la vida con alegría, sin excusas, haciéndose responsable de lo que le ha tocado vivir, de sus circunstancias, de sus incapacidades. Y si él puede, ¿no vamos a poder nosotros? 

¡Adelante con la vida! Adelante con sus grandezas y con sus miserias, adelante con sus pruebas y sus dificultades. Adelante, siempre adelante, con la cabeza bien alta y levantándose tras cada caída. No dejes atrás tus sueños, lucha por ellos, inténtalo una y otra vez, hasta que salga. Renuncia a permanecer en tu zona de confort, sal de ella, rompe los límites que tú mismo te has creado. Empieza a vivir y hazlo ya. Mañana puede ser demasiado tarde.




Aprovecho para, ya que le he mencionado, mandar desde aquí mis mejores deseos a Edu. Allá donde estés, querido amigo, allá desde donde leas estas líneas, descansa en paz y vela por los que nos quedamos aquí. Los que te conocimos, mientras vivamos, no te olvidaremos, tenlo por seguro. Yo siempre recordaré tu mirada en aquella dinámica de trabajo que hicimos juntos en el DPOP. Aún no conocía a nadie, era el principio de curso. Tú fuiste el primero. Y contigo como testigo firmé mi primer compromiso de aquellos tres meses. Ese compromiso, que hasta hoy sólo tú y yo sabíamos, y que hoy hago público, consistía en abrirme a los demás, en dejar de lado mi timidez, en hacerme querer por los demás y darles lo mejor de mí. Durante el curso fui cumpliendo con creces aquel compromiso, y hoy sigo trabajando con él y compartiendo mi grandeza con los demás. Desde ahora, tú me darás fuerzas para seguir cumpliéndolo. Gracias, amigo. Descansa en paz.

domingo, agosto 30, 2015

TENER RAZÓN



El otro día tuve una pequeña discusión de tráfico que no llegó a mayores. Yo circulaba por una rotonda, y lo hacía por fuera, como debe hacerse. Entonces, otro conductor que la hacía por dentro quiso salir de ella y casi golpea mi coche. Frené, evité la colisión, y ambos nos recriminamos nuestra mala conducción. Él me dijo que había que mirar, y yo le dije que las rotondas se hacen por fuera. Entonces él se dio cuenta de que yo tenía razón, inicialmente lo reconoció, pero inmediatamente me echó en cara el habérselo dicho de malas maneras y me insultó. Parecía que el carecer de razón le enervó hasta ese punto. Y esto, después del calentón, me hizo reflexionar. Esta vez yo tenía la razón. Él no la tenía, y le molestó no tenerla. Pero otras veces es al revés. Soy yo el que se equivoca, el que no lleva razón... y el que se carga de ella y se enfada porque le molesta no tenerla.

¿Por qué nos pasa esto? ¿Por qué siempre queremos llevar la razón, y cuando nos damos cuenta de que no la tenemos, nos molesta, no lo reconocemos, nos enfadamos, y además seguimos erre que erre tratando de demostrar que sí la tenemos? ¿Por qué nos cuenta tanto ser humildes? ¿Qué ganamos teniendo razón, aun cuando no la tengamos? ¿Y qué perdemos si reconocemos que nos hemos equivocado y que no tenemos razón? ¿Qué perdemos pidiendo perdón? 

Creo que es una actitud muy absurda la que tenemos a menudo, de no querer reconocer que no siempre tenemos razón, que nos equivocamos, que no lo sabemos todo, y que a veces hacemos las cosas mal. ¿No sería más fácil la actitud contraria? Bueno, más fácil quizá no, y a la vista está, pues pocas veces actuamos así. Pero... ¿no sería mejor para nuestra convivencia con los demás? Incluso, ¿no sería mejor para nosotros mismos? Si reconocemos que no tenemos razón, agachamos la cabeza y reconocemos nuestros errores, incluso pedimos perdón por ellos, obtendremos diversos beneficios. Por un lado, sentiremos la tranquilidad y la paz de habernos reconocido imperfectos. Cuando uno se da cuenta de que no tiene razón, y aun así se pone como un energúmeno para defender su razón, en el fondo se siente mal y acaba enfadándose consigo mismo (es, al menos, lo que me pasa a mí). En cambio, cuando uno reconoce que se ha equivocado, acaba quedándose más tranquilo, se quita un peso de encima. Por otro lado, se evitan conflictos con otras personas, con lo que mejora la convivencia. Y por otro, estamos más abiertos a aprender de los demás... y también de nuestros propios errores. Gracias a nuestros errores, y al punto de vista de los demás, nos vamos haciendo más sabios.

Entonces... ¿no es mejor actuar con humildad que con orgullo y prepotencia? Parece que sí, pero... nos cuesta, no parece ser algo natural en nosotros, la humildad parece ser una virtud harto difícil que conquistar. Y es que, dicen los entendidos, que cuando uno se cree humilde ya está dejando de serlo. Aunque esto quizá sería salirse del tema que me trae hoy aquí, quizá sería motivo de otro artículo. Lo que yo quería proponer hoy es que hagamos el esfuerzo de reconocer que no siempre tenemos razón, y que, cuando nos demos cuenta de que no la tenemos, demos un paso atrás y rectifiquemos, pidamos perdón si es necesario, y reconozcamos al otro su razón. Pienso que esto facilitaría mucho la convivencia entre todos. Si lo hacemos en nuestros círculos más cercanos, se irá extendiendo poco a poco, y la sociedad mejorará. Estas cosas funcionan así: cambia tú, y cambiará tu entorno. ¿Te animas? ¿Me acompañas? Venga... ¡vamos!

Agradezco tus comentarios en el blog, agradezco también que difundas mis artículos, y agradezco mucho que me critiques, que me des caña, que me digas con qué no estás de acuerdo y por qué, que me expliques cuál es tu punto de vista. También agradezco, por supuesto, los piropos. Pero con ellos aprendo menos que con tus críticas. ¿Me ayudas a crecer? ¡Gracias!

viernes, agosto 21, 2015

COMPROMISO



La vida es puro compromiso, y, sin embargo, a menudo pienso que es algo de lo que huimos. No es algo que esté de moda, el compromiso. Se lleva mucho eso de las relaciones sin compromiso, quizá por un miedo a perder libertad, una falsa libertad, diría yo. Cuántas parejas se rompen por no ser capaces de ser fieles a un compromiso. Y cuantas promesas no se cumplen por lo mismo, por esa falta de fidelidad, a los demás y a uno mismo.

Paradójicamente, siento que a veces se habla demasiado. Se prometen muchas cosas, sin saber siquiera si se van a poder cumplir, o sin llegar al verdadero compromiso de cumplirlas, pase lo que pase. Esto ocurre de forma especialmente visible en la política. No hace falta poner ejemplos, todos estamos hartos de promesas no cumplidas por parte de los políticos, de un signo o de otro. Se promete para ganar votos, incluso sabiendo que no se va a poder cumplir lo que se promete. Es decir, se miente. Porque cuando uno promete algo sabiendo que no lo va a cumplir, lo que está haciendo es mentir. Y si se promete dudando de si se podrá cumplir o no lo prometido, quizá no se mienta, pero se está siendo un tanto temerario. Y se está poniendo en juego la honorabilidad y lacredibilidad, ya que si prometemos algo y luego no lo cumplimos, la próxima vez será más difícil que nos crean, que confíen en nosotros.

El compromiso, como vemos, está directamente relacionado con la promesa. Cuando uno llega a un compromiso con alguien, o consigo mismo, está prometiendo algo. Está haciendo una declaración de promesa. Y esa declaración debería llevar consigo la obligación de poder cumplir lo que se promete. Y no sólo de poder cumplirlo, sino de estar dispuesto a ello, incluso cuando las circunstancias no sean las mejores, incluso cuando se compliquen las cosas. Evidentemente, a veces surgen complicaciones, surgen imprevistos que dificultan el cumplimiento de nuestras promesas, el ser fieles a ese compromiso adquirido. En principio habría que prever esas complicaciones, pero en el caso de que no sea posible, entonces hay que estar prontos a pedir perdón y a tratar de reparar el posible daño causado de la mejor forma posible.

Cuando prometemos algo, puede ser de motu propio o puede ser a instancias de otro, es decir, por algo que alguien nos pide. Y esa promesa implica una nueva declaración, la declaración del sí. Cuando decimos sí a algo que nos piden, nos estamos comprometiendo a cumplirlo. Y, al hacerlo, estamos poniendo en juego el valor de nuestra palabra. Si una vez y otra no cumplimos aquello con lo que nos comprometemos, estaremos restando valor a lo que decimos, será difícil que se confíe en nosotros. Y a veces no hace falta incumplir reiteradamente las promesas. A veces basta con haberse comprometido con algo grave, con algo importante, y haberlo incumplido, para que se deje de confiar plenamente en nosotros. Por tanto, el valor de nuestra palabra depende en gran medida de lo que hagamos con nuestras promesas, con los compromisos que adquirimos. Es importante, pues, no hacer promesas a la ligera, no hablar de más, no fanfarronear, pensar las cosas dos veces antes de decirlas o de hacerlas. Porque, además de poner en juego el valor de nuestra palabra, podemos estar poniendo también en juego la sensibilidad de terceras personas, podemos causar un daño importante en el caso de incumplir lo prometido.

Otra declaración que entra en juego a la hora de comprometerse o no con algo es la declaración del no. Si se nos pide algo que no está a nuestro alcance, o que dudamos de si vamos a poder cumplir, entonces deberíamos decir que no, o, cuanto menos, pensarlo muy bien antes de decir que sí. Valorar muy bien la situación antes de comprometernos a nada. Cada vez que consideramos que deberíamos decir no, y no lo decimos, estamos comprometiendo nuestra dignidad. Es, por tanto, importante aprender a decir que no cuando hay que decirlo.

Finalmente, para comprometerse con algo, y, especialmente, para comprometerse con alguien, hacen falta altas dosis de lealtad, de generosidad, de honestidad, de sinceridad, de valentía. Decía anteriormente que el compromiso no está de moda, y es que vivimos en una sociedad demasiado individualista, demasiado egocéntrica, una sociedad en la que los individuos miran demasiado hacia dentro, hacia sí mismos. Una sociedad en la que se exalta el valor de la libertad hasta hipertrofiarlo y confundirlo, una sociedad en la que el miedo al compromiso está a la orden del día, y, para no admitirlo, se disfraza de otras cosas. Nos contamos historias a nosotros mismos para justificarlo. Disfrazamos ese miedo con palabras como independencia, necesidad de libertad, autosuficiencia. Pero pienso que ello, a la larga, nos lleva a la más absoluta soledad. Queremos ser libres y somos esclavos de nuestros miedos y de nuestro egoísmo; queremos ser independientes y somos dependientes de nuestros vicios; fingimos ser autosuficientes cuando en realidad lo que necesitaríamos sería reconocer nuestra vulnerabilidad. Y eso no significa ser débil, no significa ser dependiente, no significa ser esclavo de nada ni de nadie. Significa, simplemente, que somos seres imperfectos, con virtudes y defectos, con seguridades e inseguridades, con fortalezas y debilidades, con miedos que afrontar. Y reconocer los miedos, las limitaciones, las incapacidades, no es de débiles sino de valientes.

Al final, la clave de todo está en el amor. En primer lugar, a nosotros mismos. Saber querernos y aceptarnos como somos, con nuestras diferencias y nuestras exclusividades. Y, a partir de ahí, el amor a los demás (dicen que las puertas de la felicidad se abren hacia afuera). Si nos aceptamos a nosotros mismos, es mucho más fácil que lo hagamos con los demás, y es mucho más fácil que seamos capaces de comprometernos, de cumplir nuestras promesas, incuso de dar un sí para toda la vida, aun cuando caigan chuzos de punta. Amar y ser amado. Esa es, al final, la aspiración de todo ser humano. Esa es, probablemente, la clave de la felicidad.

lunes, agosto 10, 2015

EL AMOR NO SE MENDIGA



El vídeo que comparto a continuación es tan expresivo que no necesita explicación ninguna. De una forma clara y sencilla esta mujer nos habla de dignidad, de amor, de autenticidad... Ella se dirige a las mujeres, pero es perfectamente aplicable a los hombres. Os dejo con el vídeo, y después comentamos un poco.



¿Qué más decir? Pues eso... ¡¡quiérete, coño, quiérete!! Lo dice muy clarito: si alguien quiere estar contigo, va a buscar la forma de estar contigo. Moverá Roma con Santiago, pondrá el mundo patas arriba si es preciso, hará lo que tenga que hacer, y sacará tiempo, tiempo de calidad, para estar contigo. Te hará saber, no sólo de palabra sino sobre todo con hechos, que tú eres la persona más importante en su vida, que su mundo gira en torno a ti, que eres el centro de su universo. Y si esto no es así... plantéate esa relación. Si nunca tiene tiempo para estar contigo, si siempre tiene mucho trabajo, si tiene siempre una razón para no verte, si te da las migajas de su tiempo... quiérete y búscate otro, búscate otra. Todo eso, el trabajo, los amigos, los compromisos, la familia, el perro, los viajes de negocios, lo que sea que te cuente como excusa para no verte son eso, excusas y nada más que excusas. No pierdas el tiempo con quien no quiere ganarlo contigo, no supliques que te dedique su atención, no gastes ni un sólo minuto de tu vida con alguien que demuestra no merecerte. Si alguien te quiere de verdad ha de demostrarlo, y ten por seguro que si ese amor es verdadero lo hará. Y si no lo hace... quiérete y mándale a paseo. No pierdas tu tiempo, que el amor no se mendiga.

Pero este vídeo tiene doble dirección. Si de verdad quieres a alguien... compórtate como un valiente, arriesga tu vida por esa persona, conviértela en tu centro, en tu mayor pasión, en lo que da sentido a tu vida. Vuelve loca, loca de amor a esa persona, no te guardes nada, dáselo todo, haz que sienta que no hay otra, otro, en el mundo más que ella, que él. No te guardes ni un sólo beso, ni una sóla caricia, ni un sólo te quiero. No racanees tus atenciones, tus detalles, tus gestos de cariño. Sorpréndela, sorpréndele, vela por sus sueños, conquístala, conquístale cada día, uno sí y otro también. Y cuando no tengas ganas, cuando estés cansado, cuando la vida te pese... redobla tus esfuerzos, que es en esos momentos cuando más hay que demostrar el amor. Es en los momentos de aridez y de desgana cuando hay que echar el resto para volverse a enamorar, para volver a enamorar a la persona querida. ¡Quiérela, coño, quiérela! No pongas excusas, no te inventes cuentos, no te engañes contándotelos a ti mismo. Quiérela, y punto. Y demuéstraselo. Y si no estás dispuesto, déjala marchar, déjala libre, que no mereces su amor.

viernes, agosto 07, 2015

SIC TRANSIT GLORIA MUNDI



Hace dos días murió Roberto, de un infarto. No tuve la suerte de conocerle, tan sólo un par de minutos, un hola y un adiós a las puertas del Retiro. Me lo presentó Jose, mi compañero y amigo en el DPOP (curso de desarrollo personal que trajo a mi vida gente maravillosa). No tuve la suerte de conocerle, digo, pero lo que he oído de él es todo bueno. Era, seguro, como se suele decir, un hombre bueno. No sé cuántos años tenía, pero, como se puede ver en la foto, era joven. Un infarto se lo llevó, dejando un vacío en las vidas de todos los que frecuentaban su amistad.

Cuando leí la noticia de su muerte, me quedé paralizado. No lo podía creer. Aquel hombre de sonrisa profunda, mirada afable y apretón firme de manos (como a mí me gusta, como dan la mano las personas recias), aquel hombre ya no estaba entre nosotros. Y eso me dio mucho que pensar. La vida son dos días, como se suele decir... y no nos damos cuenta hasta que algo así sucede. Lo malo es que sucede, nos llevamos las manos a la cabeza, nos quedamos conmocionados... y a los tres días estamos de nuevo en nuestras cosas, como si nada hubiera sucedido, sin aprender nada nuevo.

La vida pasa, y pasa rápido. Y la muerte nos llega a todos. Antes o después, pero llega. Es lo más cierto que sabemos desde que nacemos. Nuestro paso por este mundo es transitorio, es fugaz, tiene fecha de caducidad, aunque no la conozcamos. Y sin embargo, nos negamos a aceptarlo. Tenemos tanto miedo a la muerte que vivimos de espaldas a ella. No queremos nombrarla, la queremos bien lejos, es nuestro enemigo silencioso, que nos espera a la vuelta de la esquina, y que tratamos de burlar, engañándonos a nosotros mismos, porque por mucho que hagamos, antes o después nos alcanzará.

Pero... ¿tiene sentido huir de la muerte, vivir de espaldas a ella? Si es algo que está ahí, cada día, ¿por qué empeñarnos en ocultarla? No quiero, ni mucho menos, convertir este artículo en una dosis de pesimismo. Más bien todo lo contrario. Aceptar que nos vamos a morir, enfrentar de cara a la muerte y tratarla de tú a tú, puede ser, debería ser, la mejor forma de vivir una vida en plenitud. ¡Cuántos "mañana lo haré" nos ahorraríamos! Mañana lo haré, sí, pero... ¿y si no hay un mañana para mí? Nos pasamos la vida aplazando las cosas pensando que ya las haremos, creyendo que nuestro tiempo es infinito. Pero el día menos pensado todo se acaba. Y de pronto nos quedamos sin decir a aquella persona lo mucho que la queríamos, nos quedamos sin besar y sin abrazar a nuestros seres queridos, nos quedamos sin pedir perdón a aquel amigo con el que nos enfadamos por una tontería, nos quedamos sin hacer tantas y tantas cosas porque ya las haremos mañana...

La noticia de la muerte de Roberto me ha hecho reflexionar mucho. Pienso, y me lo aplico a mí el primero, que deberíamos vivir la vida con mucha más intensidad de lo que la vivimos. Tantas horas perdidas, tantas oportunidades que pasan por no atrevernos, por no arriesgar, por aplazar momentos que puede que nunca lleguen. A menudo vivimos la vida con miedo, con miedo a equivocarnos, con miedo a perder, con miedo al ridículo, con miedo a amar, con miedo a atravesar puertas por no estar seguro de lo que hay detrás, con miedo a comenzar caminos por no saber si nos llevarán donde queremos... Y mientras, la vida pasa, inclemente, no espera a nadie, no se detiene. ¿A qué estamos esperando para vivirla en plenitud? ¿A qué esperamos para exprimirla a tope, para sacarle todo su jugo, para bebérnosla a chorros? Si nos caemos, ya nos levantaremos. Si nos equivocamos, ya rectificaremos, si nos perdemos ya nos reencontraremos, si no sabemos a dónde vamos ya empezaremos de nuevo. Pero vivamos, vivamos sin miedo y arriesgando, porque sólo tenemos una oportunidad.

Si quieres a alguien, díselo, y haz lo que tengas que hacer para que se entere; si te gusta alguien, díselo, no te andes con tiras y aflojas y con tonterías de adolescente; si tienes algún conflicto con alguien perdónale y pídele perdón; si tienes una idea entre manos y te da miedo arriesgar, arriésgate ya; si tienes un sueño persíguelo; si quieres correr una maratón empieza ya a entrenar; si quieres subir una montaña súbela, si quieres aprender a nadar ponte a ello; si quieres amar, ama, y hazlo a lo grande, con mayúsculas, sin guardarte nada por miedo a salir herido, sin miedo a perder, sin miedo a arriesgar. Pero hazlo ya, no te quedes tirado en el sofá esperando a mañana... porque no sabes si mañana llegará. Y los demás se merecen que les des lo mejor de ti. La vida te está esperando, no la defraudes. Sal afuera, rompe tu cascarón, tu zona de confort, libera el hombre, la mujer valiente que llevas dentro, y cómete el mundo. Demuéstrale a la muerte que no le tienes miedo. Ríete de ella a carcajadas. 

Decía Víktor Frankl que no importa lo que esperes tú de la vida, sino que lo que importa es lo que la vida espere de ti. Y la vida son los demás, es la gente que te quiere, son las montañas que están esperando a que las subas, los ríos que desean que los cruces a nado, esas páginas en blanco deseosas de que escribas en ellas tus mejores composiciones, la vida son todas esas oportunidades que no debes dejar escapar por miedo a perder. Estoy seguro de que Roberto, desde donde ahora esté, con la sabiduría que ya ha alcanzado, nos anima a ello. Vamos a vivir, vamos a conquistar el mundo.vamos a AMAR. Así, con mayúsculas. Es la mejor forma de afrontar la muerte, de cara, sin miedo. Descansa en paz, Roberto.

lunes, agosto 03, 2015

VIVIR EL AGRADECIMIENTO



El agradecimiento, como cualquier otra cosa en la vida, se demuestra andando. Dar las gracias por algo, un favor, un servicio, una ayuda prestada... puede ser un simple gesto de educación, una fórmula de cortesía o algo mecánico que nos sale porque nos lo enseñaron de pequeños. Pero el agradecimiento es otra cosa, el agradecimiento es una actitud. Como el amar. No basta con decir "te quiero", hay que demostrarlo. No basta con decir "gracias", es necesario demostrarlo.

¿Y cómo se vive el agradecimiento? Pues... pienso que es algo que tiene mucho que ver con el amor. Cuando uno se siente agradecido por algo, lo demuestra amando. Es algo que, normalmente uno ni siquiera se plantea, porque sale del corazón. Cuando uno vive agradecido, se nota. Y también se nota lo contrario. Hay personas a las que se les llena la boca de agradecimiento, pero su actitud demuestra lo contrario. Suelen ser los mismos que hablan mucho de amor, dicen mucho "te quiero", pero a la hora de la verdad viven de puertas para adentro. Mucho te quiero, perrico, pero pan poquico, que dice el refranero.

Cuando uno está agradecido de verdad, cuando uno ama de verdad, lo demuestra con hechos, un día, y otro, y al siguiente. Alguien agradecido, alguien enamorado -creo que son palabras que están muy próximas- se desvive por el otro, está dispuesto a cualquier cosa por hacerle la vida más agradable, por hacerle feliz, por verle sonreír. Y no hacen falta heroicidades para demostrar el agradecimiento, para demostrar el amor. No hacen falta grandes acciones, ni volver el mundo del revés (aunque se pueda estar dispuesto a ello y a veces se haga). Se demuestra con el día a día, con pequeños gestos, con una sonrisa, con un detalle, con una visita por sorpresa, con una llamada inesperada, con un beso furtivo... Todo depende, evidentemente, del tipo de relación que tengamos con esa persona a la que agradecemos algo, y quizá también con ese algo por lo que estamos agradecidos. No es lo mismo estar agradecidos con los padres, por la vida recibida, por la educación, por los esfuerzos hechos para sacarnos adelante, que estar agradecido con un amigo que está ahí siempre que lo necesitamos. La forma de demostrar nuestro agradecimiento será diferente.

Uno puede también -y me atrevería a decir, debe- estar agradecido con la vida. Gracias a la vida, que me ha dado tanto, dice la canción. Y quizá llegados a este punto haya quien pueda decir, ah, no, yo no. A mí la vida me trata muy mal, yo no tengo nada que agradecer a la vida. Y puede ser que sí, que la vida a uno le trate mal, y que no vea motivos para estar agradecido con nada. Es cierto que hay vidas muy miserables, y yo sería el último en juzgar a nadie por no encontrar motivos de agradecimiento en la vida. Pero... ¿y si lo intentamos? A veces sólo hace falta mirar a nuestro alrededor para encontrar cientos, miles de motivos por los que estar agradecido. Un amanecer, una puesta de sol, una flor que nos sonríe al pasar a su lado, la risa de un niño, la lluvia de primavera, una palabra amable de un tendero, el trabajo de un barrendero que adecenta la ciudad, la dedicación de un mago infantil que hace sonreír a un niño enfermo... ¡Hay tantos y tantos motivos para estar agradecidos a la vida!

Hace tiempo leí por Internet acerca de un proyecto, que hoy os propongo a vosotros. Es todo un reto, que merece la pena hacer. Se trata de encontrar 365 cosas por las que estar agradecido, una por cada día del año. Y para hacerlo mejor, podemos coger un cuaderno e ir anotando día tras día eso por lo que estamos agradecidos. Cada día una cosa. Se puede escribir un pequeño texto, e incluso, como proponía el proyecto del que os hablo, acompañarlo de una fotografía. Este pequeño ejercicio nos ayudará a reparar en cosas a las que normalmente no prestamos mucha atención, y que, sin embargo, son motivo de agradecimiento. Y como la felicidad tiene mucho que ver con vivir agradecidos, seguro que después de un año dedicados a este proyecto, a encontrar cada día un motivo para dar gracias, seremos al menos un poquito más felices. ¿Te atreves? ¡No lo dejes para mañana! 

lunes, julio 27, 2015

VOLVER A AMAR



Mi artículo de hoy podría no tener palabras. No al menos las mías. Bastaría con el vídeo que añadiré a continuación, un cortometraje que, en poco más de cinco minutos, dice muchísimo más de lo que yo pueda decir en líneas y líneas escritas.

El corto se llama "Bastille", es de la directora española Isabel Coixet, y pertenece a una película llamada "Paris je t'aime", que es una selección de 18 cortometrajes rodados por diferentes directores en diferentes barrios de París, y todos hablan, de diferentes maneras y desde diferentes puntos de vista, del amor.

Como no quiero adelantar nada de lo que en el vídeo ocurre, os dejo con él, y a continuación termino con algún comentario propio.


De tanto comportarse como un hombre enamorado, se volvió a enamorar. Esa frase es para mí el resumen perfecto del excelente corto de Coixet. Leo en los comentarios del vídeo en Youtube a personas que dicen que el vídeo no les ha gustado, porque piensan que para que te vuelvan a querer hay que enfermar. Pero no creo que ese sea el mensaje del corto. No creo, ni mucho menos, que ese fuera el mensaje que quería transmitir la directora cuando lo rodó. Evidentemente, no sabemos lo que ella tenía en la cabeza. Pero lo que a mí me dice es que, independientemente de que en este caso el detonante sea una enfermedad, siempre es posible volver a enamorarse. Y, sobre todo, siempre es posible volver a amar, porque amar, entre otras muchas cosas, no deja de ser un acto de la voluntad. 
Yo decido amarte en todas las circunstancias, sean estas buenas o malas, vengan días mejores o peores, estés más joven o más vieja, estés más guapa o menos guapa. 

Dicen que el amor se acaba... y puede ser. El amor se acaba si no se alimenta, si no se cuida, si no se riega a diario. El amor se acaba si uno no está decidido a tomárselo en serio, si uno no está decidido a hacer frente a las dificultades y a los momentos de aridez. El amor se acaba si, cuando vienen mal dadas, uno mira para otro lado en busca de una salida en lugar de mirar hacia dentro buscando la solución hasta encontrarla. Puede que el amor se acabe, pero pienso que tenemos las herramientas necesarias para evitar que se acabe. Siempre, claro está, que ese amor se haya edificado sobre cimientos sólidos. Hoy día, en esta cultura nuestra del bienestar y de lo fácil, de lo simple y del "aquítepilloaquítemato", es más fácil prescindir del amor cuando se acaba que ponerse el traje de faena para arreglarlo. Es más fácil buscarse otra, otro, que luchar por seguir adelante.

El mensaje del corto, para mí, está claro, y no hace falta que aparezca una enfermedad para ponerlo en práctica. Se trata, simplemente, de amar. Incluso en los momentos de aridez. Es más, precisamente es en esos momentos cuando de verdad se demuestra el amor. Cuando hay mariposas en el estómago, cuando todo va como la seda, es muy fácil. 

Termino con un pequeño cuento que vi hace poco por Internet, con un mensaje muy parecido.

"Un hombre fue a visitar a un sabio consejero, y le dijo que ya no quería a su esposa y que iba a separarse. El sabio lo escuchó, lo miró a los ojos y solamente dijo una palabra: -ámala-. Luego se calló.
Pero es que ya no siento nada por ella -replicó el hombre.
Ámala -reiteró el sabio.
Y ante el desconcierto del visitante, después de un oportuno silencio, el viejo sabio agregó lo siguiente:
Amar es una decisión, no un sentimiento. Amar es dedicación y entrega. Amar es un verbo, y el fruto de esa acción es el amor.
El amor es un ejercicio de jardinería: arranca lo que te hace daño, prepara el terreno, siembra, sé paciente, riega, procura y cuida. Está preparado, porque habrá plagas, sequías o excesos de lluvias. Pero no por eso abandones tu jardín. 
Ama a tu pareja, es decir, acéptala, valórala, dale tu amor... y serás feliz."

Tras la tormenta del enamoramiento, eso que Ortega llamaba "estado de imbecilidad transitoria", llega la calma. Y ahí es donde empieza lo bueno. ¿Te atreves?

viernes, julio 24, 2015

VIVE AMANDO



Me escribe un lector, a raíz de mi último artículo, "Haz que las cosas sucedan", para plantearme una cuestión. Me pregunta, literalmente, "¿qué haces cuando te la pegas contra un muro? ¿Cuando apuestas por un amigo y te sale rana? ¿Cómo cerrar esas heridas? ¿Cómo recuperarte para no blindarte ante el resto? ¿Cómo creer otra vez en la amistad?" El artículo del que hablamos versaba sobre lo profesional, pero, como ya dije, todo lo que escribí es perfectamente extrapolable a las relaciones humanas. 

En primer lugar, quiero agradecer a Jorge, por su confianza a la hora de plantearme esas cuestiones. Y agradecerle también su contribución a este blog, que, como decía en mi último artículo, pretendo que sea de todos. 

Por otro lado, como ya le decía a Jorge en privado... ¡qué difícil es responder a esas preguntas! Preguntas que, seguro, todos nos hemos hecho alguna vez. Y es que la vida no viene con libro de instrucciones. Además, nadie dijo que fuera fácil vivir. Pero hay que hacerlo, y vivir la vida con las cartas que nos ha tocado jugar.

Pienso que la única manera de no blindarse ante los demás, la única forma de volver a confiar cuando alguien ha roto tu confianza, es... confiando. Suena extraño, suena a que estoy escurriendo el bulto, a que no quiero responder a preguntas tan comprometedoras. Pero, realmente, es la única forma posible que se me ocurre. A andar se aprende andando, a montar en bici se aprende montando, a amar se aprende amando, y a confiar se aprende confiando. Al fin y al cabo, la vida hay que vivirla en gerundio, no existe otra manera.

Pero vamos a intentar desenredar un poco más la madeja. Si alguien traiciona tu confianza, lo primero que debes hacer es perdonar. Puede resultar, especialmente en algunas ocasiones, tarea realmente ardua. Pero es el único camino. Lo cual no quiere decir que tengas que continuar la relación con esa persona. En ocasiones será posible, y en otras no. Si es posible, perfecto. Y si no lo es... si no lo es, despídete de esa persona, pero no sin antes perdonarla. El perdón libera al ofensor de su culpa, pero sobre todo libera al ofendido de la ofensa recibida. No cargues con algo que no es tuyo. No cargues con un fardo tan pesado, que, seguro, te va a impedir caminar ligero por la vida. Suéltalo, despréndete de él, y sigue adelante.

Decía más arriba que la única manera de seguir confiando es confiar. Y es que las personas que confían generan confianza. Puede que te encuentres por el camino con gente que traicione esa confianza, con gente que te haga daño, con gente que te rompa el corazón. Pero si, a pesar de eso, confías en las personas, serán muchísimas más las que te ofrecerán lo mejor de sí mismas, serán muchas más las personas que nunca traicionarán tu confianza, serán muchas más las personas en las que podrás confiar plenamente. Por tanto, si te traicionan, si te rompen el corazón, coge los pedacitos, pégalos, levántate y sigue caminando, sigue amando, sigue ofreciendo tu amor. Con esto no digo que haya que ir por la vida ofreciendo el corazón al mejor postor, no es eso. Pero tampoco lo encierres dentro de una coraza impenetrable porque una vez, o mil, te hicieron daño. Hay muchas personas ahí fuera que se merecen tu amor... y tú, sin duda, te mereces el amor de todas esas personas.

Le contaba a Jorge, y os lo cuento a vosotros, por si os sirve de algo, mi propia experiencia de vida. Yo de pequeño era un niño muy tímido, y eso fue aprovechado por muchos otros niños para hacerme daño. Se metían conmigo, me hacían la vida imposible. Yo sufría mucho, no entendía por qué yo no podía ser aceptado como los demás. Y aquello hacía que me fuera encerrando en mí mismo, hacía que me fuera creando una coraza para protegerme de los demás. Por culpa de aquellas experiencias aprendí que la gente era mala y había que protegerse de ella. Aprendí a esconderme, a no exponerme, a vivir en mi propio mundo. Yo no podía confiar en los demás (excepto en mi familia y otras pocas personas muy próximas), para mí la gente era sinónimo de dolor. Y así fui creciendo, y así fueron pasando los años. Pero claro, yo no era feliz. Hasta que un día, no muy lejano, por cierto, me decidí a romper el cascarón. No fue nada fácil, y aún hoy a veces me cuesta. Pero en cuanto decidí abrirme al mundo, empecé a recibir lo que yo daba multiplicado por infinito. Empecé a recibir amor incondicional, empecé a sentirme querido por personas muy diferentes a mí simplemente por ser quien yo soy. La satisfacción era -es- tan grande, que compensa con creces todo el dolor que pude sufrir a lo largo de mi vida. Hoy sé que quizá aparezcan personas que traicionen mi confianza; sé que tendré que sufrir, que me romperán de nuevo el corazón. Pero sé también que ser feliz en esta vida pasa por eso, por aceptar que ese dolor forma parte de ella, y que esconder el corazón tras una coraza no es, al menos para mí, una opción. No existe la vida sin dolor. Lo importante es lo que tú decidas hacer con ese dolor. 

Decía Tagore, "confía siempre en el amor, aunque a veces te traiga tristeza". Y así debe ser. Vive tu vida amando, amando con mayúsculas. Vive también arriesgando. Podrás perder a veces, pero ganarás mucho más. Es la única forma de vivir la vida en plenitud. Si lo haces así, las heridas restañarán pronto, y tu corazón estará siempre en plena forma para dar lo mejor de sí, para dar lo mejor de ti. Entrégate, y verás cómo recibes muchísimo más de lo que das. Merece la pena.

Me despido agradeciendo de nuevo vuestros comentarios, ya sean públicos o privados. Me ayudan a crecer, a alimentar este blog, a entender mejor la vida, que, al fin y al cabo, es sobre lo que escribo. Gracias.