viernes, febrero 28, 2014

¡¡¡FRUTEEEROOO!!!


Imagino que os habrá extrañado el título de hoy. Y sí, quizá es un poco extraño. Lo es, al menos, si no se conoce la historia de la que voy a hablar a continuación. Si alguno de mis lectores vivió o veraneó en Collado Villalba hace ya algún tiempo, allá por los años 80, y quizá antes, quizá al leer el siguiente relato se le escape una sonrisa. Y entenderá perfectamente qué tiene que ver lo escrito con la belleza. Pero los que no vivieron aquellos años del antes pueblo, ahora casi un barrio más de Madrid... también podrán esbozar una sonrisa, simplemente imaginando tan entrañables escenas. Mucho han cambiado las cosas desde entonces. Pero siempre podemos volver a recordar tiempos pasados, que no tienen por qué ser siempre mejores que los de hoy (tenían cosas mejores y otras peores), pero que, de vez en cuando, viene bien traer al recuerdo para endulzar un poco nuestra memoria. Sin más, os dejo con el frutero Sebastián y la mula Cayetana. Recuerdos de mi infancia -feliz infancia- que me hace ilusión compartir con vosotros.




Todos los días venía, normalmente a la hora de comer –aunque a veces se retrasaba y llegaba en plena comida, y mi madre y mi abuela le maldecían, ¡este Sebastián, vaya horas!- con su mula Cayetana tirando de aquel carro repleto de frutas y verduras. Hacía notar su llegada con una voz grave, profunda y gutural, ¡¡Fruterooo!!, que ríanse ustedes del famoso alarido de Tarzán, tan popular por aquella época, puntual los sábados después de comer, en blanco y negro y en la primera cadena, cuando solo había dos cadenas de televisión.

Ya mucho antes de que el frutero Sebastián y su mula llegaran hasta la puerta de casa se le podía oír en la lejanía, tal era la potencia de voz de aquel hombre, y entonces salíamos corriendo a la calle a esperar la llegada de la singular pareja. Sin duda era uno de los mejores momentos del día. El mayor atractivo era Cayetana, paciente ella, siempre tirando del carro, con sus anteojeras para no desviarse del camino, que parecía que no tenía ojos; y sus moscas, porque ya formaban parte de ella, aunque trataba de espantarlas con el rabo, y ellas debían estar ya acostumbradas, y persistentemente revoloteaban sobre su lomo y en torno a sus ojos, se posaban, levantaban el vuelo y se volvían a posar, y el paciente animal, rabo va rabo viene, una y otra vez, sin cansarse y sin desesperar, como si de un automatismo se tratase, aunque ya las moscas ni se asustaban, creo yo.

Acariciábamos a la mula, a pesar de su suciedad y lo áspero de su pelo, y le decíamos cosas, y ella nos escuchaba, y de vez en cuando movía la cabeza como en señal de aprobación. Y de mayores queríamos ser fruteros, para ir tirando de una mula que tiraba de un carro, como Sebastián.
Pero no solo nos llamaba la atención Cayetana. También el peculiar frutero tenía su atractivo, con su sombrero de paja medio roto, su piel curtida por el sol y por los años, y sus andares de vaquero a lo John Wayne en aquellas películas del oeste, que no nos perdíamos ni una, los sábados después de comer, alternando con las de Tarzán, que por temporadas ponían las del oeste y por temporadas las de Tarzán.
Y el grito. Aquel ¡¡Fruteroo!! era lo mejor. Siempre tratando de imitarlo, aun sabiendo que era totalmente imposible, porque esa profundidad de voz solo la tenía Sebastián, y ni he oído ni volveré a oír, seguro, algo ni siquiera parecido.
Y también llamaba poderosamente nuestra atención la balanza de Sebastián. Una balanza romana, aunque entonces no sabíamos que era romana, pero sí que era antigua, una balanza de las de verdad, no como las de ahora, con sus pesas y su color ocre como oxidado por el tiempo y por el uso, y ese ruido tan característico que hacía cuando Sebastián ponía la fruta en el plato y luego lo colgaba del gancho de la balanza, y corría hacia abajo, y entonces la aguja marcaba el peso, y así Sebastián sabía lo que le tenía que cobrar a mi abuela, y nosotros no entendíamos como podía saberlo, y pensábamos que se lo inventaba o que ya lo sabía de memoria, y que lo de la balanza no era más que una especie de juego o un ritual para darle interés al asunto, pero a nosotros nos fascinaba aquella balanza.
Y cuando Sebastián terminaba de vender la fruta a la abuela y a las demás señoras que salían a comprar, continuaba su camino tirando del carro, paso a paso, bajo un sol abrasador que en aquellos días de julio y agosto, en plena canícula, derretía el asfalto, y más a aquellas horas de la tarde. Aunque en la colonia aún no había asfalto. Eso llegó –por desgracia llegó- algunos años más tarde. Las calles entonces eran de tierra, y por ellas corríamos con las bicis emulando a Pancho, a Javi, a Quique, a Tito y a Piraña, a Bea y a Desi, en busca de Julia y Chanquete, jugando a “Verano Azul”, que era lo que ponían en la tele en verano después de comer, en lugar de las películas del oeste y de Tarzán, que las dejaban para el invierno. Y nos caíamos, y nos hacíamos unas heridas tremendas, pero tras unos sollozos, un poco de mercromina y un “los hombres no lloran” volvíamos de nuevo a la calle a perseguirnos unos a otros a la velocidad del rayo. Pero eso era más tarde, después de la siesta, siesta obligada que nunca dormíamos, provocando las iras de nuestros mayores que no veían la manera de librarse de nosotros en aquellas tórridas horas de la sobremesa veraniega.
Y Sebastián seguía su camino por las calles de Villalba hasta llegar a la estación, que una vez le vi por allí, y me quedé sorprendidísimo, porque la estación estaba muy lejos de casa y yo no comprendía como podía llegar hasta allí andando y tirando de la mula y del carro de la fruta. Y es que todavía en Villalba se podía ir por sus calles tirando de una mula y de un carro, porque ahora sería algo impensable. Cómo ha cambiado aquel pueblo, tan agradable entonces, tan habitable, tan paseable, tan… ¡pueblo!, y qué hostil ahora, tan lleno de coches, tan embotellado, tan contaminado, tan invadido de asfalto por todos sus rincones, sin un solo espacio donde caerse con la bici y volverse a levantar casi como si nada.
Aunque no creo que Sebastián viviera esos cambios tan drásticos de nuestro tan querido Villalba. Ya un verano apareció sin carro y sin mula, y los había sustituido por una furgoneta. ¡Qué desilusión! Ya solo quedaba la balanza, pero sin Cayetana nada era lo mismo. La balanza no tenía ningún atractivo por sí misma. La verdadera atracción de aquellas tardes de verano era Cayetana, y cuando ella dejó de traer la fruta, fue como si algo muriera dentro de mí. Ya no volví a salir con mi abuela a comprar la fruta, salvo alguna vez para ayudarle a llevar las bolsas. Y ya no oí más el melodioso grito de Sebastián -¡¡Fruterooo!!-, que fue sustituido por el chirriante y estridente sonido de la bocina de la furgoneta. Desde ese verano todo empezó a cambiar. Había llegado el progreso, con su látigo implacable, a destruir nuestros sueños de niños. Poco a poco Villalba fue cambiando hasta dejar de ser lo que fue. Y aunque no hubiera cambiado, Villalba, sin el frutero Sebastián y su mula Cayetana, ya nunca hubiera sido lo mismo.
Pese a todo, aquel grito -¡¡Fruterooo!!- permanecerá siempre en mi memoria, ajeno al inexorable avance del progreso.

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miércoles, febrero 19, 2014

¡MÚSICA, MAESTRO!


He encontrado en la red el vídeo que os dejo a continuación. Y, la verdad, sobran las palabras. Hoy no me extenderé mucho, pues, como ya es sabido, una imagen vale más que mil palabras. La música es ya algo bello de por si. Pero si además la mezclamos con la sencillez de un niño, con su descaro, su talento al alcance de muy pocos... entonces ya es el no va más. Merece mucho la pena que saques un momento en tu apretada agenda, te sientes relajadamente frente al ordenador, o frente a tu teléfono móvil, tu tablet... y disfrutes de estos 10 maravillosos minutos. Que disfrutes viendo disfrutar a este pequeño director de orquesta (pequeño de tamaño, pero enorme en talento), disfrutar a sus músicos, disfrutar a su público. Son 10 minutos de magia, de belleza, de encanto, 10 minutos de pasión convertida en música. Señores y señoras, con ustedes, ¡Edward Yudenich!



¿A que es fantástico? Y es que, además de ser un genio, pone en lo que hace toda la pasión y el descaro propios de un niño de su edad. Generalmente, cuando un niño hace algo que le gusta, lo hace con ganas, pone en ello todo el corazón. Y... ¿qué tal si hacemos nosotros lo mismo? ¿Qué tal si cada cosa que hagamos, ya sea en el trabajo, en nuestras relaciones con nuestros familiares, con nuestros amigos, en nuestro tiempo libre... qué tal si ponemos en ello el corazón, como lo hace este niño cuando se sube al escenario? Seguro que todo a nuestro alrededor cambia. A veces no es fácil, pues pesa la rutina, pesa el ritmo de vida tan acelerado que llevamos, las dificultades, los problemas, las desilusiones... Pero si al menos lo intentamos, estaremos más cerca de conseguirlo. ¡Vamos!

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lunes, febrero 17, 2014

DIME LA VERDAD

Hoy quiero hablar de la verdad, algo, por cierto, muy pisoteado hoy día, especialmente por algunos estamentos de nuestra sociedad. Como decía en el primer artículo de este blog, si hay algo que pueda identificarse claramente con la belleza es la verdad. La verdad es bella de por si, así como su contrario, la mentira, es algo abominable y puede llegar a destruir cualquier tipo de relación humana. Si no hay verdad no hay confianza posible, y si no hay confianza, la relación entre dos personas, o entre grupos de personas, es poco menos que imposible.

Hace años, siendo yo universitario, fui aficionado a coleccionar artículos de Julián Marías. Hoy aún guardo algunos, varios de los cuales me van a ayudar a escribir mi articulo de hoy.

Está muy difundido, especialmente en la vida pública, el uso de la mentira. Se utiliza para alcanzar poder, fama, dinero, éxito. Y, como decía el citado filósofo español, la mentira a veces da buenos dividendos. La utilizan los políticos (la mayoría, por desgracia), y lo hacen sin vergüenza ninguna, para acaparar el mayor número de votos posible, o para alcanzar cualquier otro objetivo que se hayan propuesto. Y, lo que es aún peor, normalmente no pasa nada. Lo verdaderamente preocupante, decía Julián Marías, es el desinterés por la verdad, que se ha deslizado insidiosamente hasta en el mundo del pensamiento teórico. El uso de la mentira está aceptado por amplios sectores de nuestra sociedad, y eso dificulta claramente la convivencia. Se ha perdido la sensibilidad para la mentira, que se acepta pasivamente y casi sin darse cuenta. Y esto representa un grave problema. Si existiera sensibilidad para la verdad, y vuelvo a citar a Marías, la falsedad sistemática bastaría para descalificar a quien la usase y asegurar la derrota. Pero por desgracia, esto no es así. Los políticos obtienen gran rédito electoral a base de engañar a sus electores (y estos, muchas veces, se dejan engañar); muchos medios de comunicación basan su éxito en la difusión de noticias no contrastadas, engañosas o tendenciosas, cuando no claramente falsas; últimamente incluso los clubs de fútbol, deporte que se ha convertido en un auténtico negocio, utilizan la mentira y el engaño para lograr sus objetivos; se falsea, y esto es especialmente grave, la historia de un país con tal de alcanzar oscuros y siniestros objetivos. Se usa la mentira con total impunidad, incluso algunas veces es ensalzada, se llega a admirar la habilidad de pasar por encima de la verdad y pisotearla. 



Pero también en el trato entre iguales, en el tú a tú de las relaciones cotidianas, se usa la mentira como recurso para lograr lo deseado, o para tapar lo que no se quiere que se sepa. Y cuando esto ocurre, cuando la falsedad se cuela en la relación entre dos personas, o entre un grupo de personas, esa relación está ya dañada mortalmente. Y si no se pone remedio, si la práctica de la mentira se convierte en algo habitual, la relación acabará por desintegrarse.

Julián Marías dice que la verdadera raíz del desprecio a la verdad está en el desprecio a uno mismo. La verdad está unida de tal modo a la condición humana, que el que miente a sabiendas está atentando contra sí mismo, se está hiriendo, mancillando, profanando. Pero esto, antes o después, tiene consecuencias. Y las tiene para uno mismo. El que adopta la mentira como forma de vida acaba acumulando un grave poso de amargura, un inmenso descontento consigo mismo.

La mentira, por tanto, destruye relaciones, y acaba destruyendo a uno mismo. Es, en palabras nuevamente del filósofo, lo más parecido a un suicidio. Es lo más alejado posible de la belleza. Sin embargo, la verdad es bella en sí misma, como decíamos al principio del presente artículo. La verdad, a diferencia de la mentira, que siempre está en conflicto consigo misma, es coherente. El que busca la verdad, dice Marías, siente veneración por la realidad, está sobrecogido por su riqueza y su misterio, no se atreve a desfigurarla. La verdad, a veces, cuesta. Pero, como todo lo que requiere un esfuerzo, merece la pena. Todo lo bueno y bello que puede llegar a construir o alcanzar el ser humano está basado en la verdad. La verdad, antes o después, se abre paso, posee una fuerza inquebrantable. Requiere, eso sí, la firme adhesión personal, la decisión de sostenerla y afirmarla. Y, por ende, una radical oposición a la mentira.

La verdad es, pues, el fundamento de la convivencia, lo que la hace posible. Propongo, para terminar este artículo, que hagamos un gran ejercicio en pos de la verdad. Que rechacemos, y denunciemos en la medida de lo posible, todo aquello que sea falso, cualquier mentira, venga de donde venga: políticos, medios de comunicación, escritores, deportistas... Y que hagamos de la verdad nuestra bandera. Empezando por nuestras relaciones más cercanas: nuestra pareja, nuestros padres, nuestros hijos, hermanos, amigos, profesores, compañeros de trabajo... Que amemos la verdad, que la hagamos brillar, que la convirtamos en norma de convivencia. Pienso que es la única manera de desterrar la mentira y la falsedad de esta sociedad tan hipócrita hoy día. Vamos a ello.

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jueves, febrero 13, 2014

TENGO UNA AMANTE


Pues sí, tengo una amante. Y es algo que me llena de vida. Me ayuda a ver las cosas de otra manera, con otros ojos, con mayor ilusión, con más optimismo. Espero con impaciencia el momento de volver a verla, y cuando estoy con ella es todo tan intenso, las miradas, las palabras, los gestos, los silencios, y pasa el tiempo tan rápido, que en cuanto nos despedimos ya tengo ganas de volver a verla. Sí, tengo una amante, lo reconozco. Y no me da vergüenza decirlo, alto y claro. Mira el vídeo, y verás que no soy el único.




Tengo una amante, porque amante es el que ama. Como veis, este vídeo habla de la fidelidad. ¡Qué palabra tan bonita y tan poco de moda! Ser fiel es un modo de vida, es un reto, una apuesta ganadora. Ser fiel es la forma más bella de decir te quiero. Es algo que no se lleva mucho, pero que entre todos deberíamos volver a poner de moda. Ser amante es ser fiel. Es elegir a una persona entre muchas otras y quererla para siempre. Ser amante es decir te quiero todos los días, hayan pasado 25 años, o 30 o 50. Y decirlo con palabras, pero sobre todo decirlo con hechos. Y con miradas. Y con detalles, con muchos detalles. Ser amante es decir gracias y por favor, ser amante es saber pedir perdón y perdonar. Ser amante es estar dispuesto a dar la vida por una persona, es pensar más en ella que en uno mismo. Ser amante es la forma más bella de ser feliz. Y todos podemos ser amantes. Otra forma, una más, de enriquecer este pequeño mundo en el que vivimos.

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miércoles, febrero 12, 2014

¿POR QUÉ SER OPTIMISTAS?

Escribo este artículo con ideas que me hace llegar Mª José Calvo a través de Mª Elena Rubio. ¿Por qué ser optimistas?, se pregunta la autora del blog que cito ("Optimistas Educando"). Y nos da varias razones, que detallamos a continuación:

En primer lugar, ser optimista es una forma de afrontar la realidad. No hay que esperar pacientemente a que las cosas ocurran de forma positiva, sino que, más bien, hay que trabajar para que ello ocurra. Ser optimista no es una especie de visión "buenista" de la vida, según la cual todo es bueno, todo es "guay", nada me afecta. No, no se trata de eso. Se trata, más bien, de buscar lo positivo de cada cosa que nos ocurre, y de no conformarse con que las cosas sean como son, sino de luchar por mejorarlas. Hay que tener en cuenta que "la vida es dolor, alteza, y quienquiera que os diga lo contrario pretende engañaros". Es una cita de "La princesa prometida", película, por cierto, muy optimista y que recomiendo a mis lectores. Y puesto que la vida a veces se hace cuesta arriba, mejor ser optimistas ante ella. Eso nos permitirá afrontar con mayores garantías de éxito las adversidades que vayamos encontrando en el camino.



Por otro lado, ser optimista es una forma de ser excelente, de ser grande, de ser magnánimo. Si queremos alcanzar la excelencia debemos ponernos metas altas, y luchar por alcanzarlas. A veces no llegaremos, pero siempre lucharemos por ello, que, al final, es lo que importa. Y cuanto más altas sean nuestras metas, más alto llegaremos, aunque a veces caigamos. El que lucha, antes o después vencerá. Cada caída le acercará más a la meta. El que no está dispuesto a luchar, porque la meta es difícil, está ya derrotado desde el principio. Una visión optimista de la vida nos permite afrontar cualquier meta con mayores garantías de éxito.

El optimismo nos permite también tener una actitud proactiva ante la vida. Es decir, anticiparse a los hechos, en lugar de reaccionar a estos cuando ya han sucedido. Se trata de hacer que las cosas sucedan, en lugar de sentarse a esperar a ello. Se trata de vivir la vida, y no ser mero espectador de la misma. 

Por otro lado, tener una actitud optimista refuerza nuestra autoestima, nuestra seguridad en nosotros mismos, y, en consecuencia, a los que tenemos alrededor. Siempre se ha dicho que un ejemplo vale más que mil palabras, y que educan más los hechos que los sermones. Alguien optimista contagiará de optimismo a los que tiene cerca. Esto es muy importante, por ejemplo, en el caso de unos padres que están educando a sus hijos. Si los padres son optimistas, es más probable que los hijos también acaben siéndolo.

En fin, ser optimistas es, al fin y al cabo, el mejor camino para ser felices. No siempre es fácil, a veces se hace muy cuesta arriba. Pero merece la pena. Cuanto más optimistas seamos, más optimistas tendremos a nuestro alrededor. Y así, la cadena irá creciendo. ¿Qué mejor forma de adecentar un poquito este mundo nuestro? ¡Hala, vamos a intentarlo!

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lunes, febrero 10, 2014

EL MILAGRO DE LA VIDA

El siguiente vídeo me lo hace llegar Marieta LLorente. Se trata de un impresionante testimonio en el que Gianna Jessen, una americana de 37 años, nos cuenta cómo sobrevivió al aborto que le practicaron a su madre biológica. Un testimonio que nos muestra que la vida, al final, tiene más fuerza que la muerte y la destrucción.



El testimonio de Gianna es a la vez bello y desgarrador. Nos cuenta cómo esta vez la muerte no pudo imponerse a la vida. Quizá alguien pueda decirme, al ver este vídeo, que yo prometí hablar de la belleza, impregnar de un tono positivo este mi nuevo blog, aparcar todo aquello que signifique pesimismo, todo aquello negativo, todo aquello que se oponga frontalmente a la belleza. Pero por eso, precisamente por todo ello, quiero compartir con mis lectores este vídeo. Hoy día, por desgracia, el aborto está aceptado por amplios sectores de la sociedad como algo normal, como una posible solución para arreglar un problema. Pero si de verdad queremos hacer de este mundo un rincón más amable, un lugar más agradable donde vivir, entonces debemos desterrar algunas cosas, algunas prácticas que atentan directamente contra la dignidad del ser humano. Y una de ellas es el aborto. El aborto no soluciona ningún problema, no debería ser nunca una alternativa; el aborto es una tragedia, tanto para el niño ya concebido como para su propia madre, que no deja de ser también una víctima de esta terrible práctica. Y una vez que todos seamos conscientes de que el aborto no es una solución, una vez que logremos dar una salida a todas aquellas mujeres que se ven enfrentadas al drama del aborto y consigamos que puedan sacar adelante a sus bebés, entonces, sólo entonces, la vida habrá triunfado sobre la muerte, y este mundo será un poco más bello, más luminoso, menos peligroso para los que lo habitamos. Hay algo que dice Gianna Jessen en este vídeo y que todos deberíamos recordar cada día al levantarnos: estamos hechos para la grandeza. Entonces, seamos grandes y defendamos la vida. Hagamos de este mundo un lugar más humano.

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domingo, febrero 09, 2014

LA INDUSTRIA DE LA BELLEZA

Me hace llegar mi amigo Paco Rosa, a través de Gema de la fuente, el siguiente vídeo acerca del concepto de belleza que trata de vendernos la sociedad.


No hay mucho que decir al respecto. Podríamos decir que esto, lo que la industria de la belleza considera algo bello, es un claro ejemplo de lo que NO es la belleza. Tratan de vendernos que una mujer bella es una mujer escultural, una mujer con un cuerpo 10 (lo que ellos consideran un cuerpo 10, muy lejos en realidad de lo que es un cuerpo femenino bello), una mujer irreal, una mujer de mentira, de silicona, artificial, una mujer superficial y vacía. Y luego, por desgracia, vienen los problemas: complejos de inferioridad, depresiones, anorexias, bulimias... Por eso, como dice el vídeo... habla con tu hija antes de que la industria de la "belleza" lo haga. Enséñale qué es en realidad la belleza, que tiene mucho más que ver con una actitud interior que con algo exterior. La mujer bella empieza a serlo por dentro, y esa belleza interior se traduce en belleza externa. Una buena educación será siempre la mejor manera de evitar que después nuestras hijas, nuestros hijos, se vean sometidos a la tiranía de una sociedad materialista, hedonista y vacía.

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viernes, febrero 07, 2014

COMENZAMOS

Con este primer artículo quiero darte la bienvenida a mi nuevo blog. Aunque llevo ya tiempo en este mundillo, hoy he decidido recomenzar una vez más y dar vida a un nuevo proyecto. Mi anterior blog era una especie de cajón de sastre en el que cabía de todo, tanto noticias positivas como negativas, críticas, alabanzas, sátiras, llantos, lamentos, historias divertidas, risas, en fin, un poco de todo. Pero en los últimos meses, en los que lo he tenido aparcado, he estado dándole vueltas a una nueva idea. Se trata de, como indica el título de este nuevo blog, escribir sobre la belleza. Tarea harto difícil, porque... ¿qué es la belleza? ¿Cómo la definimos? Y, ¿cómo decidimos qué es bello y qué no lo es? Bien, es algo que iremos viendo poco a poco, tú que me lees, y yo que escribo estas líneas. Iremos descubriendo, si quieres acompañarme, un nuevo camino donde lo bello (es decir, lo verdadero, pues al fin y al cabo, la belleza está íntimamente relacionada con la verdad) se vaya abriendo camino. Si mi blog anterior era un cajón de sastre, como ya he mencionado, éste también lo será. Pero de otro modo. Aquí pretendo hablar de cosas positivas, dar una visión optimista de la vida. Para malas noticias ya tenemos los periódicos, y, especialmente, la televisión. No hay más que asomarse a la prensa de cada día, o enchufar la tele, para sumergirnos en un mundo caótico donde parece reinar la maldad, donde todo es oscuro, donde las desgracias se suceden una detrás de otra. Si nos visitara un alienígena que no supiera nada de nuestro planeta y lo primero que hiciera fuera leer un periódico o encender la televisión, se llevaría una desagradable sorpresa. Pensaría que en este mundo todo es negativo, que estamos a punto de extinguirnos, que no merece la pena vivir aquí. Pero nada más lejos de la realidad. Que los medios de comunicación no nos lo muestren, no significa que este mundo no esté lleno de cosas buenas, de personas amables que luchan por hacer del entorno que habitan algo mucho mejor, de sucesos felices, de heroísmos, de generosidad, de alegría, de felicidad, en fin, de belleza. Y eso es lo que pretendo mostrar yo con este blog. Quiero mostrar el lado bello y positivo del mundo y de la gente que lo habita, como cito en la cabecera. Y para ello me serviré de artículos de mi propia cosecha, en los que hablaré de lo divino y de lo humano, pero también me serviré de vídeos que encuentre por Internet, de libros que haya leído, películas, canciones, testimonios de otras personas... Siempre, por supuesto, citando la fuente cuando lo publicado no sea cosecha propia. Ni que decir tiene, que este blog es tanto mío como tuyo, y que estoy abierto a tu colaboración. Y también a tus críticas, a tus correcciones, a tus consejos, recomendaciones, sugerencias, a cualquier cosa que me quieras contar. Siempre, eso sí, desde el respeto y la buena educación. Espero que, juntos, podamos hacer de este mundo un rincón algo más habitable, más confortable, más humano. 

Comenzamos. ¿Me acompañas?

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