lunes, julio 13, 2015

EL PODER DE UNA MIRADA



Dónde estoy, y qué me está pasando. Algunos, o muchos, de los que leáis este artículo no entenderéis esa frase con la que he comenzado, ni algunas de las cosas que escriba a continuación. Y es que hoy, de forma excepcional, escribo para un grupo de personas en particular. Para un grupo de personas muy especiales con las que, desde febrero, estoy compartiendo cosas muy grandes. No obstante, y aunque el artículo de hoy vaya especialmente dirigido a ellos, quiero hacerlo público, pues entiendo que las cosas que salen del corazón llegan al corazón, aun cuando no se entiendan del todo. Y lo que yo voy a hacer a continuación va a ser dejar hablar a mi corazón.

Este fin de semana ha sido muy especial para mí. Lo están siendo todos los fines de semana que tenemos clase, desde que empezamos allá por el mes de febrero. Y a medida que el curso avanza, mi amor y mi agradecimiento crecen de forma exponencial. Ya compartí esto con vosotros el mes pasado, en ese espacio tan bonito de "dónde estoy y qué me está pasando". Y hoy, como os decía en mi mensaje de buenos días a través del whatsapp, echo de menos ese espacio para compartir de nuevo mis sentimientos, mis vivencias del fin de semana. Por eso estoy aquí, escribiendo sin saber muy bien lo que escribo, dejando, como decía en la introducción, hablar a mi corazón. 

Quiero hablar sobre todo del domingo, de ese momento mágico en el que compartimos miradas, en el que dejamos que nuestras almas se comunicaran sin palabras. Al recordarlo, lo vuelvo a vivir, y de nuevo las lágrimas bañan mis ojos. Me resulta muy difícil, casi imposible, describir lo que ayer viví. Nunca había experimentado nada parecido. El poder de una mirada, es el título de mi artículo. Y es que es un poder tan grande, tan mágico... Esas miradas vuestras me decían tanto... Al principio yo me limitaba a recibir cada mirada al tiempo que regalaba la mía. Y sonreía. Y con ese intercambio de miradas notaba que de lo más profundo de mi ser salía algo que yo no dirigía, salía amor puro, salía comprensión, salía acogimiento, salía mi alma entera que se entregaba al alma que tenía enfrente. Y de vuelta recibía más, mucho más, de lo que yo sentía que daba. Poco a poco, mi sonrisa se fue transformando, se fue volviendo más pura... y se fue bañando en lágrimas. Lágrimas de alegría, lágrimas de amor, lágrimas de gratitud. Con todos y cada uno de vosotros sentía algo especial, pero lo más mágico de todo era que con cada uno sentía algo diferente. Cada uno me dabais vuestra esencia, y yo sentía con claridad esa esencia diferente de cada uno. De todos recibía amor, pero el amor que recibía a través de cada mirada era diferente según cada persona. Como decía antes, las almas se comunicaban solas, sin que yo tuviera que hacer otra cosa que ofrecer mi mirada, y, a través de ella, exponer y regalar mi ser interior. Llegué a sentir una comunicación muy profunda incluso con aquellos de vosotros con los que casi no había intercambiado palabras en estos meses. Y sentí que eso era real, era sincero, era auténtico. Y esto me dice que cuando las almas se comunican desde su profundidad, desaparece el ego, desaparecen las diferencias, desaparecen los odios que pueda haber (no es el caso entre nosotros), desaparece la timidez, desaparece la mentira, desaparecen los personajes, desaparecen las máscaras, desaparece todo aquello que, fuera del alma, muchas veces impide o dificulta la comunicación.

Todos estos sentimientos que ayer viví -y otros que no puedo comunicar con palabras- me abren más al mundo exterior, me hacen reflexionar sobre la necesidad que tenemos de comunicarnos de forma sincera, de abrir nuestros corazones al otro, al diferente, incluso al que nos cae mal. Esos sentimientos que viví me hablan de romper barreras, de derribar muros, de amar sin condiciones, me hablan de entrega, de generosidad, de Amor con mayúsculas.

El fin de semana me ha servido para conoceros mejor a muchos de vosotros. Y para incrementar en mí el deseo de conoceros aún más, de integraros en mi vida, de haceros parte de mis sueños, de mis anhelos, de mis ilusiones. Una parte también importante para mí, aunque parezca más terrenal -si se me permite usar esa expresión-, han sido esas horas de cañas y tintos de verano en la terraza de Paquito. Y es importante porque ahí también se intercambian muchas cosas sinceras y profundas. En medio de tanta risa y tanta broma, incluso de alguna que otra discusión, se establecen lazos que empiezan a ser de amistad, lazos que, si nos preocupamos de cuidar y alimentar, probablemente acabarán siendo indestructibles. Quizá alguno de los que me leáis podáis pensar que esto es pura ingenuidad, que el curso terminará y cada uno seguirá su camino, que todo esto quedará en un bonito recuerdo, incluso en algo que nos habrá enseñado muchas cosas y que nos permitirá vivir la vida con mayor plenitud, pero que los lazos creados se diluirán con la vida y poco a poco nos iremos olvidando unos de otros. Es algo que me ha pasado muy a menudo en la vida, y seguro que a vosotros también. Y porque me ha pasado, y me ha entristecido -me entristece aún más cuando comparto esa tristeza con personas que no la comprenden, y me dicen que "así es la vida"-, me niego a que me vuelva a pasar, me niego a que me pase con vosotros, me niego a que la vida "sea así", porque al fin y al cabo, el cómo sea la vida depende en gran parte de nosotros. Lo que estamos viviendo en este curso es demasiado grande como para dejarlo pasar. Y, por mi parte, haré lo posible porque esos lazos creados no se destruyan, sino que se sigan fortaleciendo con el tiempo. Os confieso que sueño con llevarme de este curso, a parte de otras muchas cosas, grandes amistades. Por eso os pido -y es algo que siempre me ha costado, pedir- que no dejéis vosotros tampoco que esto pase. No dejéis que el tiempo se lleve lo que estamos construyendo. Pongamos entre todos cimientos sólidos, para que perdure.

Ha salido antes una palabra muy importante para mí, la palabra amistad. Una palabra con la que no me gusta frivolizar. No voy a extenderme, pues es de algo de lo que me gustaría hablar en otro artículo, pero sí quiero esbozar algunas notas en torno a esa palabra. Como digo, no me gusta frivolizar con ella. Y es que muchas veces llamamos amistad a lo que no lo es, llamamos amistad a relaciones que, en realidad, son un tanto superficiales. Con algunos de vosotros empiezo a sentir que la relación que nos une no es en absoluto superficial. Y con otros, a los que aún no os conozco bien pero os voy conociendo, siento el deseo profundo de conoceros mejor. Y deseo que unos y otros acabéis formando parte de mi vida y os pueda llamar amigos, pase el tiempo que pase. El ejercicio de las miradas me transmitió muchas cosas de vosotros, mucha conexión, mucho amor, como decía más arriba. Ojalá en los meses que nos quedan esa conexión se vaya materializando en amistades sólidas, amistades para toda la vida. 

No quiero cerrar este artículo sin antes deciros que os veo, que os quiero, que me estáis dando muchísimo más de lo que os podáis imaginar, y que me tenéis a vuestra disposición para lo que podáis necesitar. No son palabras hueras, vacías, sin contenido. Son palabras que salen del corazón -al fin y al cabo dije al principio que iba a dejar hablar a mi corazón, y es lo que estoy haciendo-, son palabras sinceras, palabras llenas de amor y de gratitud. No tengo nada material que ofrecer, pero sí tengo para vosotros mi tiempo, mi compañía, mi capacidad de acogimiento, mi escucha, mi entrega, tengo para todos vosotros mi amor, tengo para todos vosotros todo lo que soy. Y os lo ofrezco de todo corazón. Sinceramente, disponed de mí, con total confianza para todo lo que me necesitéis. OS VEO, OS QUIERO. MUCHO. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS Y UN MILLÓN DE VECES GRACIAS.

No hay comentarios: