jueves, julio 16, 2015

ÉCHAME UN POLVO. SIN COMPROMISO.



El otro día compartía cervezas y tintos de verano con unos amigos, matando el calor en una terraza de Madrid y disfrutando de otro calor diferente, el de la amistad. Los temas de conversación iban y venían, y entonces apareció uno que a menudo aparece, el sexo. Un tema apasionante, se mire como se mire. Y un tema polémico, según qué postura defiendas. Y aquella tarde había dos posturas definidas (no me refiero a ese tipo de posturas, no), la de los que defendían el sexo sin amor como una opción más, y la de los que, respetando esa opción, no la veíamos como algo viable. No al menos como algo que pudiera llenar nuestras vidas. Pero la discusión tenía más matices, que trataré de relatar a continuación, al tiempo que defino cuál es mi postura en este tema. 

No sé cómo empezó todo, pero imagino que alguien, en algún momento de la conversación, defendió el derecho de las mujeres a disfrutar del sexo sin ningún tipo de compromiso, como han podido hacer siempre los hombres. Hablaba, para defender dicha postura, de la igualdad entre hombre y mujer. Estaba en el aire, no sé si de manera implícita o explícita, la idea de que, en un pasado -no tan lejano, por cierto-, la mujer estaba reprimida sexualmente, y que la liberación sexual permitió que pudiera disfrutar de los mismos derechos que el hombre en dicha materia. Fue entonces cuando alguien, mujer para más señas, dijo que no estaba de acuerdo, que los hombres y las mujeres no son iguales. Igualdad de derechos sí, pero igualdad de sexos no, en el sentido de que somos diferentes, de que la sexualidad de la mujer y del hombre no es igual, y que un hombre bien puede irse a la cama con una mujer y follársela sin más -perdón si a alguien le molesta la expresión, pero creo que a veces se hace necesario expresarse sin pelos en la lengua para que todo se entienda mejor-, pero que una mujer no, una mujer necesita que ese sexo vaya ligado a una relación afectiva, necesita, por así decirlo, algo más. Yo me adherí a esta segunda postura. Y lo hice, simple y llanamente, porque creo que es así. Pero no sólo me adherí a esa postura, sino que dejé claro que yo no me meto en el saco de los hombres que pueden irse a la cama con una mujer y "si te he visto no me acuerdo". Yo también necesito que la sexualidad vaya ligada a la afectividad. Trataré a continuación, intentando no enrollarme demasiado, de explicar mi postura.

Efectivamente, considero que los hombres y las mujeres no somos iguales. Si hablamos de la sexualidad, el hombre es más básico, más primario, mientras que la sexualidad de la mujer es más compleja, por así decirlo. La mujer tiene unos ritmos más lentos, más pausados, necesita más tiempo para llegar al clímax. Pero no sólo eso. La mujer, en general -puede haber excepciones, no lo niego- necesita que esa sexualidad vaya ligada a una relación afectiva. Y si no es así, como decía mi amiga, se siente vacía, quizá hasta utilizada. El hombre, en cambio, como norma general -también hay excepciones, y yo me considero una de ellas- puede separar más fácilmente sexo de amor. De hecho, a menudo la mujer ni siquiera necesita sexo, lo que necesita es cariño, contacto físico pero sin llegar al coito, caricias, abrazos, sentirse querida, amada, valorada. Y cuando siente que el hombre va a lo que va, se siente vacía, incompleta, incomprendida.

Personalmente, no concibo el sexo sin amor. Y no es una cuestión ética ni moral. Es, más bien, una cuestión de sensibilidad. Para mí, el sexo sin amor, que es posible, eso no lo niego, no es una opción. Y no lo es porque me haría sentir vacío, me haría sentir solo, me sentiría... frustrado. Dicen por ahí que desde que el sexo se hizo fácil de conseguir, el amor se hizo más difícil de encontrar. Y pienso que es cierto. Para mí el sexo es la culminación del amor, es la entrega total entre dos cuerpos y dos almas, es la fusión absoluta entre dos seres que se aman. Y cuando se convierte en un mero intercambio de fluidos, entonces deja un poso amargo, deja un vacío, deja frustración y soledad. Hablo por mí, y respeto a todos aquellos que piensen diferente, a todos aquellos que conciban el sexo sin amor, que consideren que separar el sexo de la afectividad es una opción. Lo respeto, pero no entra dentro de mis esquemas.

El tema tiene muchos más matices, se puede extender a otros campos, y de hecho la discusión de aquella tarde lo hizo. Se habló de los errores de la liberación sexual, se habló de la "necesidad" de la mujer de masculinizarse para salir adelante en el mundo de la empresa (por desgracia concebido para que sean los hombres los que lo dominen), se habló de diversos temas, todos relacionados con esa, para mí, falsa igualdad entre hombre y mujer (igualdad de derechos sí, pero no igualdad de sexos, somos diferentes). Pero son temas que obviaré en mi artículo de hoy, para no alargarme demasiado.

Para mí, como decía anteriormente, la sexualidad, para ser plena, debe ir ligada a la afectividad. Pienso que es el culmen, y que para llegar a ello hay que dar antes otros pasos. Hay que conocerse, hay que entenderse, hay que comprenderse, hay que estar dispuestos a vivir una vida juntos haciendo frente a todos sus avatares, hay que, en definitiva, amarse. Y amarse, a ser posible, con mayúsculas. Lo cual requiere entrega, requiere sacrificio, requiere renuncia, requiere dosis importantes de valentía. Y enlazando con ello, con la valentía, y ya para despedirme, invito a mis lectores a leer un artículo que publiqué en este mismo blog, hace unos meses, llamado "Sal con un valiente". En él explico cuál es mi idea de amor. Aprovecho para matizar algo que no dije en aquel artículo. Para mí, lo de salir con un valiente, no es una opción. Quiero decir, no es, sal con un valiente si puedes, y si no confórmate con lo que encuentres. No, para mí es, sal con un valiente, sí o sí. Y si no lo encuentras, mejor quédate solo. Y si quieres saber cómo encontrar a un valiente (hombre o mujer), haz la siguiente reflexión: los valientes son personas capaces de renunciar, porque detrás de alguien que renuncia hay alguien que elige; y detrás de alguien que elige, hay alguien que arriesga; y detrás de alguien que arriesga hay una persona enamorada. El sexo sin compromiso no requiere de estar enamorado, no implica riesgo ninguno -salvo el de la transmisión de enfermedades, o el de quedarse embarazada, pero yo hablo, y creo que se me entiende, de otro tipo de riesgo-, y, para mí, no es una opción.

Gracias por leerme. Quede claro que no intento imponer ninguna postura, sino, simplemente, dejar clara la mía. No seré yo, ni muchísimo menos, quien juzgue a quien piense, y actúe, de manera diferente. Eso sí, por favor, si te vas a ir a la cama con un tío, con una tía, simplemente para pasar un rato... asegúrate de que no le vas a hacer daño. Asegúrate de que no te vas a hacer daño. Gracias.

1 comentario:

M. pilar dijo...

Qué claras tienes las ideas. Me encanta el artículo.
Vuelvo a repetirte que debes mandar tus cosas a algún medio que te pueda publicar.