sábado, octubre 11, 2014

EL SILENCIO



El silencio. Qué bello es, qué importante, y qué miedo da. Vivimos en un mundo en el que la gente, en general, huye de estar en silencio, a solas consigo misma. No hace mucho hablaba con una persona, y le contaba que yo apenas veo la televisión. Algún acontecimiento deportivo que otro, pero poco (o nada) más. También le decía que en agosto había estado solo en Madrid, y que no había encendido la televisón (ni la radio) ni un solo día. Aquella persona no daba crédito. Me miraba como si acabara de ver a un marciano. Pensaba que le tomaba el pelo, que exageraba, que era una forma de hablar. Y cuando se convenció de que yo no exageraba ni lo más mínimo, trataba de convencerme de las "bondades" de la televisión, al tiempo que me decía que en su casa la ponía simplemente para que hubiera algún sonido de fondo.

Si, cuando vamos por la calle, o en el metro, echamos un vistazo a nuestro alrededor, podremos ver que mucha gente va pegada a sus auriculares, o absorta en su pantalla de teléfono móvil. Ni siquiera en las iglesias, donde debería disfrutarse de un silencio sepulcral, nos libramos de estos aparatos. 

Si vamos al campo, vemos multitud de gente que va con sus equipos portátiles de música, generando una incómoda contaminación acústica.

¿Por qué la gente huye del silencio? La gente huye del silencio porque el silencio nos enfrenta a nosotros mismos, a nuestras miserias, a nuestras debilidades, a nuestro yo más íntimo. Y si seguimos profundizando, nos enfrenta al misterio de la muerte y de la eternidad. Y eso, en un mundo que va a toda velocidad, precisamente para huir de todo lo que suene a transcendental, da pánico. Pero es precisamente esa alocada huida, del silencio y por tanto de nosotros mismos, una de las causas que nos lleva al caos, al incremento, cada vez más alarmante, de todo tipo de trastornos como pueden ser la ansiedad, la depresión, neurosis varias, y múltiples enfermedades somáticas consecuencia de la incapacidad de las personas para lograr un estado de relajación mínimo.

Estoy convencido de que si aprendiéramos a estar en silencio, y dedicáramos cada día un tiempo a estar con nosotros mismos, alejados del mundanal ruido (nunca mejor dicho), ganaríamos en calidad de vida de forma asombrosa. Hay diversas formas de retirarse al silencio, como pueden ser la oración mental, la meditación, la práctica del yoga... Al principio resultará incómodo. Y es que la falta de práctica hace que el peor ruido no esté fuera, sino dentro de nosotros mismos. Cuando uno no está acostumbrado a estar en silencio, relajado, cuando uno va siempre corriendo y sin parar ni un segundo, genera dentro de sí un ruido interior muy incómodo, del que no es consciente. Y cuando decide parar, cuando decide alejarse del ruido externo, cuando decide empezar a disfrutar del silencio, entonces se pone de manifiesto todo ese ruido interior que nos impide relajarnos, que nos impide estar concentrados, que nos impide escucharnos a nosotros mismos. Pero, como todo en la vida, lograr el silencio interior es cuestión de práctica, de entrenamiento. Empezando por tan solo unos minutos, y, poco a poco, ir aumentando ese tiempo. Entonces empezaremos a disfrutar de los beneficios del silencio y de la relajación que trae consigo. Se duerme mejor, se piensa mejor, se toman mejores decisiones, se vive de forma más relajada... incluso mejora nuestra comunicación con los demás, y lo hacemos de forma más pausada y empática. ¿Por qué no probar? ¡Es gratis!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo Lex. Intentó sacar ese tiempo pero es complicado... Vente un día por mi casa y te quedas con mis peques... Jajaja