domingo, octubre 19, 2014

AMOR A UNO MISMO



El amor a uno mismo, o autoestima, es la base para poder querer a los demás. Difícilmente se puede querer a otros si no nos queremos primero nosotros. Algo que no hay que confundir con el egoísmo. De hecho, Cristo dijo "ama al prójimo como a ti mismo". Como a ti mismo. No más que a ti mismo, ni menos que a ti mismo. Y Buda también dijo algo parecido: "amarse a uno mismo es el primer paso del camino".
Y para amarse a uno mismo hay que empezar por reconocer los talentos, las virtudes, las cualidades que uno tiene. También hay que aprender a perdonarse a uno mismo, hay que concederse la capacidad de equivocarse, la capacidad de cometer errores. Hay que ser paciente y benigno con uno mismo. Si cada vez que cometemos un error nos autoflagelamos, es muy probable que después hagamos lo mismo con los demás. Además, no ser compasivos con nuestros propios errores es un claro síntoma de soberbia, de orgullo. O de una humildad mal entendida. El que no se concede la capacidad de equivocarse es porque piensa que debe ser perfecto. Y eso, además de no ser posible, no es bueno, ni siquiera es atractivo. Las personas atractivas son las que caen y se levantan, las que se equivocan, lo reconocen, se perdonan a sí mismas, piden perdón y continúan adelante. Las personas que saben amar a los demás han empezado por amarse a sí mismas.
La falta de amor a uno mismo, o lo que es lo mismo, la baja autoestima, no trae más que problemas, para el que la padece consigo mismo, y con los demás. Problemas de excesiva susceptibilidad, problemas de inseguridad, problemas de depresión...
Para quererse a si mismo hay que tener también respeto por uno mismo. Hay que aprender a decir que no cuando hay que decirlo, de forma asertiva, sin miedo a lo que puedan pensar o decir de nosotros. Hay que ser, además, consecuente con lo que uno piensa, y no dejarse llevar por corrientes de opinión si van contra nuestra forma de pensar (siempre, claro está, que nuestra forma de pensar esté fundamentada y sea fruto de una buena formación intelectual, ética, moral). Cuando uno no se respeta a si mismo, cuando uno vive a merced de donde le lleven los vientos, tampoco será capaz de respetar a los demás.
No hay que confundir amor a uno mismo con egoísmo, ni con narcisismo. Son cosas diferentes, no tienen nada que ver. La persona con una alta autoestima, con un buen concepto de sí mismo, difícilmente será una persona egoísta o narcisista. Al contrario, estos últimos, los egoístas, los vanidosos, serán normalmente personas apocadas y timoratas, con un bajo concepto de sí mismos. La persona capaz de quererse suele ser una persona generosa, expansiva, capaz de entregarse a los demás, comprensiva, compasiva, paciente con los errores de los demás.
Amarse a uno mismo es sinónimo de aceptarse, de escucharse, de, como ya he dicho, respetarse, de ser amable con uno mismo en cualquier situación. Y para ello hay que dedicar tiempo a conocerse, a saber qué talentos tiene uno, y qué carencias, qué debilidades, qué defectos. Pero sin centrarse nunca en estos últimos, sino más bien centrarse en potenciar nuestras virtudes, aquellas cosas que sabemos hacer bien y que pueden servir para querer a los demás. Nuestra forma de ofrecernos al mundo es a través de nuestros talentos, y, por tanto, es eso lo que debemos potenciar.
Algo también importante es saber agradecer los cumplidos, agradecer cuando alguien nos dice que hemos hecho algo bien. Huyamos, por tanto, de falsas modestias y de falsas humildades. Huyamos de frases como "bueno, no es para tanto", o "no es mérito mío", u otras parecidas, y cambiémoslas por un sincero agradecimiento.
El mundo necesita de muchas personas que se quieran a sí mismas, que tengan una rica autoestima. Son esas personas las únicas capaces de amar de verdad y, así, de cambiar nuestro mundo egoísta y hostil por otro donde reine la paz y la armonía.

No hay comentarios: