lunes, agosto 11, 2014

ANOCHECE Y AMANECE EN LA MONTAÑA


Hacía tiempo que no dormía en la montaña, y tenía ganas de hacerlo. Ayer, aprovechando que había luna llena, me cogí a Zarko, mi perro, cargué la mochila con lo necesario, y me fui a la aventura. Tuve que vencer para ello la pereza que invita a la comodidad, a quedarse en casa, donde uno tiene una cama confortable, un sitio donde lavarse y hacer sus necesidades, no pasa frío, no se cansa... Pero vencer la pereza, sea cual sea la actividad que por vencerla llevemos a cabo, siempre es una gran victoria. Y si es para algo así, si es para fundirse en uno con la Naturaleza, entonces la victoria es doble.

 El gozo de caminar bajo la luna llena, sin más luz que la proyectada por ella, no se puede describir con palabras. Más difícil es aún describir un amanecer tan espectacular como el que he tenido la fortuna de presenciar. Las fotos que uno puede tomar en situaciones así muestran algo, pero no es lo mismo, ni de lejos, que estar allí. Contemplando la belleza, escuchando el silencio, meditando sobre la pequeñez del ser humano y la grandeza de Dios. Y además, hay fotos imposibles de tomar: al este, el sol se desperezaba. Al oeste, la luna se resistía a irse a dormir. Se miraban cara a cara, se saludaban, se decían adiós. Y en medio, yo, pequeño, insignificante, nada, y, sin embargo, predilecto de Dios. La Naturaleza es grandiosa, la naturaleza nos habla de Dios. Quizá por eso su llamada es tan poderosa y atractiva. Si no creyera en Dios, estoy seguro de que la Naturaleza acabaría venciendo mi incredulidad.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Al final vas a hacer que ceda en mi enfado con quien tu sabes. Un beso. Cruz

Anónimo dijo...

Me impresiona la fe que tienes, a pesar de las dificultades. Sigue así y Dios te acabará premiando.