jueves, febrero 26, 2015

EL CÍRCULO DE INFLUENCIA



Todos tenemos un círculo de influencia y un círculo de preocupación. Empecemos por el segundo. Para ello, imagina un amplio círculo, en el que se encuentran todas las cosas que en un momento dado pueden preocuparte. La paz mundial, la situación económica en España o en Europa, el hambre en el mundo, la educación de tus hijos, tu trabajo, la salud de tus familiares, la contaminación, la marcha de tu equipo favorito de fútbol, si lloverá el fin de semana, quién ganará las próximas elecciones... Todo ello forma parte del círculo de preocupación.

Ahora imagina otro círculo más pequeño, dentro de ese círculo grande, y de todas esas cosas que te preocupan, mete en él sólo aquellas sobre las que puedes influir directamente: la educación de tus hijos, la relación con tu mujer o con tu marido, la clase que tienes que preparar para mañana, qué ropa te vas a poner para la boda del sábado, qué vas a hacer de cena esta noche... Este es el círculo de influencia. Es decir, ese círculo en el que están las cosas sobre las que realmente puedes influir, cosas en las que realmente merece la pena poner tu atención y dedicar tu tiempo y tus esfuerzos.

Ahora piensa... ¿qué ganas poniendo tu foco en cosas sobre las que no tienes control ninguno, en cosas que no vas a poder cambiar por mucho que te esfuerces, por mucho que te crispes y por mucho que discutas sobre ellas? ¿No será mejor centrar tu foco, y en consecuencia tus esfuerzos, en cosas sobre las que realmente puedes influir? 

Si gastas tus energías preocupándote por cosas que están fuera de tu círculo de influencia, fácilmente perderás la paz, estarás a menudo de mal humor, y, muy probablemente, crisparás a la gente que tienes a tu alrededor. 

No está mal que te preocupes por la paz en el mundo, o por el medio ambiente, y que hagas lo que esté en tu mano para contribuir a crear un mundo mejor. Pero lo verdaderamente útil es que te centres en las cosas sobre las que de verdad puedes cambiar, en las cosas que forman parte de tu círculo de influencia. Vivirás más tranquilo, tendrás más energía para afrontar los retos a los que debas enfrentarte, y crearás a tu alrededor un clima mucho más amable y amoroso. Incluso, poco a poco, es muy posible que vayas siendo capaz de ampliar tu círculo de influencia. En cambio, si andas preocupado todo el día por cosas que no tienes a tu alcance, perderás inútilmente tu energía, de manera que serás menos capaz de afrontar las cosas sobre las que sí puedes realmente influir. Y así, tu círculo de influencia se verá reducido poco a poco y tus nervios se crisparán cada vez más hasta acabar provocándote una úlcera de estómago. 

Por tanto, deja de gastar tantas energías en todas esas cosas que están lejos de tu alcance, céntrate en aquellas que puedes mejorar o cambiar, y verás cómo ganas en vitalidad y en paz interior. Tu salud te lo agradecerá.

lunes, febrero 16, 2015

DESENTONA CON TU SONRISA



Hoy es lunes. Y los lunes, para muchas personas, son días grises, días en los que ha quedado atrás el fin de semana y comienza una semana que se antoja larga y dura. El viernes está allá a lo lejos, no es posible divisarlo aún. Pero... ¿realmente tiene sentido vivir para el fin de semana?

El pasado viernes paseaba por la calle, y escuché la conversación entre un transportista y una barrendera. Aquél le decía a ésta que estaba contento porque era viernes y le quedaba poco para comenzar el fin de semana. Y la respuesta de ella fue contundente: "pues deberías estar contento también los lunes, porque tienes trabajo". ¡¡Qué razón tenía!! Nos quejamos porque es lunes, se ha acabado el fin de semana, y tenemos que volver al trabajo (bueno, por desgracia eso a mí no me ocurre actualmente, pues no tengo trabajo; no al menos un trabajo remunerado). ¡Y no nos damos cuenta de que tener trabajo es una bendición! ¿No será mejor darle la vuelta a la tortilla, dejar de vivir para el fin de semana, dar gracias por tener un trabajo, y acudir el lunes a la oficina, o a la fábrica, o al hospital, o allá donde nos toque trabajar, con una sonrisa de oreja a oreja? Y si no tenemos trabajo, como es mi caso... ¡también hay un montón de cosas por las que dar gracias! No sé tú, que me estás leyendo, pero yo no tengo más que mirar a mi alrededor para dar gracias por miles de cosas. Por ejemplo, por estos dedos que ahora mismo se mueven por el teclado escribiendo estas letras; o por la vista que me permite moverme por la vida sin ayuda de nadie; o por tener un techo bajo el que cobijarme y una cama confortable donde dormir cada noche. ¡¡Son tantos los que no tienen ni siquiera esas cosas tan básicas!!

Yo invito a mis lectores, y me invito a mí el primero, pues yo también me quejo demasiado, a dejar de quejarnos, a dejar de mirar lo negativo que hay a nuestro alrededor, y a fijarnos más en lo positivo, que es mucho. Y, como dice Mafalda, a ir por el mundo desentonando con una sonrisa desde primera hora de la mañana. Y si es lunes, con mayor razón.

A continuación, y ya que una imagen vale más que mil palabras, os dejo con un vídeo muy gráfico. Un vídeo que representa a una serie de personas que viajan en metro, con cara de lunes. Pero basta que uno de los viajeros se atreva a ser la nota discordante, para que todo cambie. ¿Por qué no probamos a hacer lo mismo? ¡El mundo tendría otro color! Os dejo con el vídeo:


lunes, febrero 02, 2015

EL SENTIDO DE LA VIDA


Seguramente habrán oído hablar, o habrán leído algo acerca de Viktor Frankl. Quizá hayan leído su libro más conocido, "El hombre en busca de sentido". Viktor Frankl fue un psiquiatra austriaco de origen judío, nacido en 1905 y fallecido en 1997. Es el padre de la Logoterapia, considerada la Tercera Escuela Vienesa de psicoterapia, después del Psicoanálisis de Freud y la Psicología Individual de Adler.

Viktor Frankl estuvo preso en diferentes campos de concentración nazis (Theresienstadt, Auschwitz, Kaufering y Türkheim, estos dos últimos dependientes del de Dachau). Sobrevivió al Holocausto nazi, no así su mujer ni sus padres, con los que había sido llevado al primer campo de concentración en 1942.

En la mencionada obra, "El hombre en busca de sentido", Frankl analiza la vida del prisionero en un campo de concentración desde el punto de vista de un psiquiatra. Y desde su propia perspectiva, contando cómo en no pocas ocasiones se vio tentado por la idea del suicidio, tales eran las condiciones de vida en aquel lugar. Sus vivencias, y las de sus compañeros de cautiverio, le sirvieron para obtener profundas reflexiones, reflexiones que le sirvieron después para confirmar y terminar de desarrollar su teoría de la Logoterapia.

Frankl sostiene que, incluso sometido a las condiciones más humillantes y extremas de deshumanización, el hombre es capaz de encontrar un sentido a su vida. Cada hombre, incluso bajo las condiciones más trágicas imaginables, es capaz de guardar la libertad interior que le permite decidir quién quiere ser. Una libertad interior que puede elevar a cada hombre muy por encima de su destino adverso. 

Y en esto, principalmente, se basa la Logoterapia; en encontrar el sentido de la vida. Un sentido que, como el psiquiatra vienés expone, no es abstracto, es decir, no hay un sentido universal de la vida, sino que a cada hombre en particular le está reservada una misión, un cometido a cumplir. La tarea de cada hombre es única, como única es la oportunidad que tiene para llevarla a cabo.

Frankl trataba de hacer ver a sus pacientes que no importa que no esperemos nada de la vida. Lo importante es lo que la vida espera de nosotros. La vida cuestiona al hombre constantemente, y éste responde de una única manera: respondiendo de su propia vida y con su propia vida. Y es desde la responsabilidad personal desde donde se puede responder a la vida. La esencia de la existencia, en palabras del propio Frankl, consiste en la capacidad del ser humano de responder con responsabilidad a las demandas que la vida le plantea en cada situación particular. Vivir significa, continúa Frankl, asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la existencia nos plantea, cumplir con la obligaciones que la vida nos asigna a cada uno en cada instante particular.

Era muy normal en los campos de concentración, donde las condiciones de vida eran paupérrimas, perder por completo el sentido de la vida. Sin embargo, siempre había una razón por la que seguir luchando por la supervivencia. La idea de reencontrarse con los seres queridos cuando acabara el cautiverio, o el poder continuar con un trabajo o una vocación profesional o personal, eran razones poderosas que animaban a los prisioneros a seguir adelante. Y eran las razones que esgrimía Frankl ante sí mismo y ante sus compañeros cuando los ánimos decaían. La salvación del hombre sólo es posible en el amor y a través del amor. E incluso no estando con la persona amada, es más, desconociendo si esa persona amada seguía viva o no, Frankl era capaz de encontrar consuelo pensando en ella. Y es que el amor trasciende la persona física del ser amado, y encuentra su sentido más profundo en el ser espiritual del otro, en su yo íntimo. El amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el ser humano. Es el único camino para llegar a lo más profundo de la personalidad humana.

Viktor Frankl habla también, como no puede ser de otra manera, del sufrimiento, y del sentido del mismo. En sí, el sufrimiento no tiene sentido, ni hace madurar al hombre. Es el hombre el que, con su actitud ante el sufrimiento, le da sentido. Y cuando el hombre es capaz de dar un sentido a su sufrimiento, éste, en cierto modo, deja de ser sufrimiento. En numerosas ocasiones son las circunstancias adversas las que otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo. Decía Dostoyevski que "sólo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos". Y también hablando de sufrimiento, Nietzsche decía que "todo lo que no me mata me hace más fuerte", y "el que tiene un por qué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo".

El hombre, por tanto, aun en las peores condiciones, incluso en los más crueles estados de tensión psíquica e indigencia física, es capaz de conservar un reducto interior de libertad que le permite decidir su destino. Se le puede arrebatar todo, excepto la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino, para decidir su propio camino.

Hoy día la palabra sufrimiento suele ser una palabra tabú. Se intenta huir de todo lo que signifique un mínimo de esfuerzo, un mínimo de conflictividad en nuestras vidas. Sin embargo, como explicaba Frankl, el sufrimiento no siempre es patológico, y no debería ser motivo de acudir al psiquiatra en tantas ocasiones como se hace. Nuestra sociedad occidental trata de vivir sin tensiones internas, cuando en realidad, cierto grado de tensión y conflictividad en nuestras vidas es necesario para lograr una salud psíquica razonable. El hombre no necesita vivir sin tensiones, sino más bien esforzarse y luchar por una meta o una misión que le merezca la pena. La preocupación, incluso la desesperación, por encontrarle un sentido a la vida, no es en modo alguno una enfermedad, sino que es una angustia espiritual. Las crisis existenciales generan ocasiones de desarrollo y crecimiento interior.

Decía Frankl que el vacío existencial es la neurosis colectiva más frecuente de nuestro tiempo. A menudo la gente acude al psiquiatra con sus problemas humanos, y no con síntomas realmente patológicos. Según el psiquiatra austriaco, muchas de esas personas, antiguamente acudían al rabino, al pastor o al sacerdote.

En conclusión, el hombre no está determinado ni condicionado, sean sus circunstancias las que sean. Tiene la capacidad de decidir si cede ante esas circunstancias, o se resiste a ellas. El hombre tiene la capacidad de no limitarse a existir, sino que puede decidir cómo será su existencia, en quién se convertirá en el minuto siguiente.

El hombre es ese ser capaz de inventar las cámaras de gas de Auschwitz, pero es también el ser que entró en esas cámaras con la cabeza bien alta y el Padrenuestro o el Shemá Israel en los labios.