jueves, septiembre 25, 2014

¡NO PUEDO!



¿No puedes? ¿En serio que no puedes? ¿Lo has pensado bien? ¿Sí? Y después de pensarlo bien, ¿dices que no puedes? Entonces, permíteme que te diga, sin temor a equivocarme, que no, que no lo has pensado bien. O, simplemente, no has mirado a tu alrededor. Quizá después de leer este artículo, y, sobre todo, después de ver los vídeos que a continuación voy a compartir contigo, empieces a ver las cosas de otra manera. Quizá entonces empieces a pensar que sí puedes.

A menudo nos dejamos llevar por los prejuicios que tenemos sobre nosotros mismos, nos dejamos llevar por las circunstancias, por un ambiente negativo, por las influencias de nuestro entorno. Pero, sobre todo, nos dejamos engañar por nuestras creencias limitantes: no puedo, es muy difícil, nunca lo conseguiré, hay demasiada competencia, es demasiado tarde, soy muy mayor para empezar de nuevo, me voy a estrellar, voy a fracasar, no es fácil, me da miedo, qué van a pensar de mí, en mi familia me van a decir que estoy loco... Y por culpa de estas excusas, que nos las repetimos a nosotros mismos  una y otra vez hasta creer a pies juntillas que es así, no somos capaces de dar un sólo paso. Una vez leí una frase llena de sabiduría: tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, vas a tener razón. Si crees que puedes, lo vas a conseguir. Si crees que no puedes, ni si quiera lo vas a intentar, y, efectivamente, no vas a poder. 

Os dejo a continuación con Cristian Deppeler. No hacen falta presentaciones. Simplemente escúchale atentamente, y luego revisa de nuevo esas creencias limitantes que hay en tu interior.


¿Lo has visto ya? ¿Sigues pensando que no puedes? Si lo sigues pensando, por favor, ve a Facebook, entra en la página de Cristian, y cuéntaselo a él. Cuéntale cuál es tu proyecto, cuál es tu sueño, y a continuación dile que no puedes llevarlo a cabo. Y dale tus razones por las que realmente crees que no puedes llevarlo acabo. ¿Te atreves? ¿Imaginas su respuesta?

Lo más que puede pasar si silenciamos a esas voces que nos dicen "no puedes, vas a fracasar, no lo intentes", lo más que puede pasar si hacemos caso omiso de nuestras creencias limitantes y las sustituimos por otras más sanas (sí puedo, no hay nada imposible, lo voy a conseguir, nada me detendrá, lo difícil lo hacemos en el acto y lo imposible nos lleva sólo un poco más de tiempo, yo puedo con eso y mucho más, me voy a comer el mundo), lo más que puede pasar, decía, es que nos caigamos. Pero entonces... tenemos la capacidad de levantarnos. Una y mil veces. Un millón. Las que haga falta. Hasta lograr nuestro objetivo. Hasta alcanzar nuestros sueños. Y si no, pregúntale a Nick Vujicic. Te dejo con él. Puedes encontrar muchos más vídeos suyos en Internet. También a él puedes decirle que no puedes.


Ahora... no digas más que no puedes. Si te has caído, levántate y empieza a caminar. No digas nunca más no puedo. Porque puedes. ¡¡Claro que puedes!! Adelante...

viernes, septiembre 19, 2014

APRENDER A PEDIR


Una de las cosas que a veces tenemos que hacer en nuestras relaciones con los demás es pedir. Pedir cosas, pedir favores, pedir ayuda. Y aunque parece sencillo, a menudo resulta ser una fuente de conflictos. Muchas veces confundimos petición con exigencia, y eso ya es un mal comienzo. Otras veces formulamos mal nuestras peticiones, dando lugar a malentendidos. En ocasiones pedimos, pero sin estar dispuestos a aceptar un no como respuesta. A veces incluso no somos capaces de pedir lo que deseamos o lo que necesitamos, y lanzamos indirectas pensando que los demás las van a captar al vuelo, molestándonos después porque no es así. Otras veces ni siquiera nos atrevemos a pedir. O nos atrevemos a hacerlo con unas personas pero no con otras.

Pienso que si aprendiéramos a hacerlo, de manera sencilla y dejando claro cuáles son nuestras expectativas, nuestros deseos, nuestras necesidades, evitaríamos muchos conflictos y seríamos más felices. Para ello, hay que tener en cuenta cuatro factores a la hora de formular una petición. Parece fácil, como decía al principio, pero si lo pensamos a fondo, no lo debe ser tanto, porque no siempre lo hacemos así. Es más, si nos examinamos a fondo seguro que llegamos a la conclusión de que casi nunca lo hacemos así.

En primer lugar la petición ha de ir dirigida a alguien en concreto. No vale utilizar aquella técnica de Gila, "alguien ha matado a alguien...", eso de "habría que sacar la basura", o "alguien debería ir a por el pan, que yo no voy a poder". No, la petición ha de ir dirigida a alguien: "por favor, ¿podrías sacar la basura?".

En segundo lugar, la petición ha de ser algo concreto, claro, definido. Y no vale utilizar el dos por uno. O el x por uno. Ya que pido esto, aprovecho... No, las peticiones, para facilitar la convivencia, para facilitar al receptor la capacidad de gestionarlas, han de ser únicas, claras y concretas. Si no dejo claro lo que quiero pedir, lo que necesito, abro lugar a la confusión. "Mañana tengo que ir a este pueblo de las afueras de Madrid y se me ha estropeado el coche". Y si nuestro interlocutor no se ofrece a llevarnos, nos enfadamos. "¡Menudo egoísta, no tiene nada que hacer, y no quiere llevarme!" Pero... ¿estamos seguros de que el interlocutor ha entendido la frase como una petición? ¿No será más fácil dejarse de interpretaciones y formular claramente nuestro deseo de que nos lleven a ese lugar al que queremos ir? 

En tercer lugar, debemos expresar claramente para cuándo necesitamos aquello que estamos pidiendo, y cómo lo necesitamos. Imagínense que llamo a mi compañero de piso, que está haciendo gestiones por Madrid, y le pido que me traiga unas cosas. Pero no dejo claro para cuando las quiero. Por lo que mi compañero de piso me dice, "vale, sin problema, yo te las llevo". Y pasan las horas, y mi compañero no llega. Hasta que al final de la tarde aparece... "¡Menudas horas son estas! Ahora ya no lo necesito, ¿no podrías haberlo traído antes?" Y nuestro compañero de piso nos mira con cara de no entender nada, y si no nos tira las bolsas a la cabeza bastante paciencia tiene. Porque sí, le habíamos pedido que nos trajera unas cosas. Pero no le habíamos dicho para cuándo las queríamos, dejando por hecho que él entendería que las necesitábamos urgentemente. Pero la mala noticia es que la telepatía no existe, y nuestro compañero no fue capaz de leernos la mente.

Resumiendo, debemos dejar bien claro qué es lo que necesitamos, cuándo lo necesitamos, y cómo lo necesitamos. Y, una vez formulado, debemos asegurarnos de habernos explicado bien y de que nuestro interlocutor sabe perfectamente cómo satisfacer nuestra petición. Por otro lado, esto mismo lo podemos aplicar a cuando somos nosotros los receptores de una petición: enterarnos claramente de qué es lo que se nos pide, cómo debemos satisfacer la petición, y cuándo debemos hacerlo. Nunca dar nada por entendido, y, mucho menos, dejar lugar a la telepatía, porque, ya lo hemos dicho, no existe.

Por supuesto, cada vez que generamos una petición, debemos estar preparados para digerir el no como respuesta. Si no estamos dispuestos, lo que estamos formulando, en lugar de una petición, es una exigencia. Y eso rompe las reglas del juego de la convivencia. Siempre podemos, eso sí, establecer una negociación, intentando llegar a soluciones favorables para nosotros y para los receptores de nuestras peticiones.

Todo esto puede parecer una tontería, pero... seguro que si hacemos un repaso de ocasiones en las que hemos tenido que pedir algo encontramos alguna que otra en la que, por no haber elaborado bien la petición, se ha acabado generando un conflicto, una discusión, un malentendido. No es difícil, pero... no viene mal aprender este esquema y ponerlo en práctica. Seguro que mejora nuestras relaciones con los demás.

lunes, septiembre 08, 2014

VIVE COMO PIENSAS O ACABARÁS PENSANDO COMO VIVES



He escuchado o leído muchas veces la frase que ilustra mi artículo de hoy. Las primeras veces que la oí mencionar no entendía muy bien qué querían decir con ella. O... creo que más bien la entendía mal. ¿Se han parado a pensar alguna vez en la importancia de los acentos y de las tildes? Pues bien, cuando yo escuchaba aquella frase, la escuchaba poniendo en mi cabeza una tilde en la o del segundo "como". Y no entendía gran cosa. En fin, ha pasado mucho tiempo desde entonces, y ahora sí creo comprender el significado de la sentencia. Nunca he sabido a quién era atribuida, aunque hace unos días, preparando el presente artículo, leí en Internet que se le atribuía a Ghandi. En cualquier caso, es lo de menos. Lo importante es el significado y la sabiduría que encierra dicha máxima.

Todos hemos recibido de pequeños una educación, una educación que ha podido ser mejor o peor, pero que nos ha ayudado a transitar por la vida. Después, a medida que hemos ido creciendo, hemos ido haciendo nuestras las cosas que nos enseñaron. Evidentemente, habrá cosas más importantes que las habremos hecho completamente nuestras, y habrá habido otras cosas que habremos dejado de lado, ya sea porque no eran importantes, porque los tiempos cambian, o porque nuestra forma de ser y pensar se ha ido forjando y separando en algunos aspectos de la de nuestros padres y educadores. Pero poco a poco, entre la educación recibida, los estudios realizados, los libros leídos, las experiencias vividas, los fracasos aprendidos, hemos ido formando nuestra conciencia, creando nuestra propia forma de pensar, haciendo de nosotros, si lo hemos hecho bien, personas libres e independientes, con una personalidad determinada.

El problema viene cuando renunciamos a esa forma de pensar, a esos ideales que nos definen, a esa educación recibida y después trabajada hasta llegar a forjar una personalidad propia. El problema viene cuando traicionamos a nuestra conciencia, que ha sido trabajada a lo largo de los años, y nos guía -si está bien formada- a través de los avatares de la vida. Es cuando dejamos de vivir como pensábamos, y empezamos a pensar como vivimos. O sea, justificamos nuestras nuevas actitudes, cambiamos nuestra forma de pensar de siempre para adaptarla a nuestra nueva forma de hacer las cosas, de conducirnos por la vida. Esto suele ocurrir cuando en nuestra vida aparecen personas que piensan diferente a nosotros, y queremos "adaptarnos" a ellas, por las razones que fueren. 

Pero entonces es cuando nos resquebrajamos por dentro, cuando nos venimos abajo, cuando no entendemos nada, cuando perdemos el norte, la orientación, y perdemos las fuerzas y los recursos para navegar con éxito por las procelosas aguas de la vida. Cuando eso ocurre, cuando traicionamos a nuestros ideales, a nuestra forma de pensar, a nuestra conciencia, solemos tratar de justificarnos, de engañarnos a nosotros mismos diciendo que no, que en realidad no pensábamos así, que nuestra forma de pensar era arcaica y había que modernizarla, o que estábamos demasiado encorsetados por rígidas normas. Pero, en general, sabemos que no es así. Sabemos que lo hacemos, que nos traicionamos a nosotros mismos, para adaptarnos a la forma de pensar, como adelantaba más arriba, de determinados ambientes, para adaptarnos a determinadas personas, a determinadas formas de pensar o actuar, a determinadas parejas de un momento dado, a determinadas amistades. Y acabamos adoptando formas de pensar y actuar que sabemos son contrarias a lo que nosotros somos, pero que muchas veces son más "atractivas", más seductoras, más favorables a la corriente. Y es que, navegar a contracorriente, no es siempre fácil. Es más, casi nunca es fácil. Navegar, pensar, a contracorriente, requiere muchos sacrificios, exige renuncia, demanda fortaleza y unidad de vida.

Uno puede acallar su conciencia a base de traicionarla, de pensar al revés de como siempre había pensado, a base de justificar lo que sabe que no es justificable. Puede "aprender" a vivir de otra forma a como en realidad sabe que debe vivir. Pero entonces ocurre que vive incómodo. Es como si se acostumbrara a llevar unos zapatos o un vestido que no son de su talla. Esos zapatos, ese vestido, aprietan y no estamos cómodos. Y hasta que no lo reconozcamos, estaremos desorientados, viviremos en la confusión. Creo que es algo que todos hemos experimentado alguna vez, ya sea por temporadas más largas o más cortas. 

Es difícil, sí, vivir a contracorriente, pensar diferente a como lo hace la mayoría. Pero a veces es necesario. No pretendo decir que haya que ir por ahí siempre llevando la contraria a todo el mundo. Pero sí, a veces hay que tener criterios propios y hay que pensar y actuar diferente a como lo hace la mayoría. Y sí, es difícil mantener esos criterios. Pero la paz, la alegría, la felicidad que ello trae consigo bien merecen cualquier esfuerzo y cualquier sacrificio que tengamos que hacer. La recompensa siempre, SIEMPRE, está detrás del sacrificio. Tardará más o menos en llegar, pero llegará. Por eso merece la pena vivir como se piensa, haciendo caso a nuestra conciencia, y siendo valientes para pensar por libre.

lunes, septiembre 01, 2014

UN NUEVO CURSO, UNA NUEVA OPORTUNIDAD



Antes de comenzar a escribir he estado dudando sobre el contenido de mi artículo de hoy, y, por tanto, sobre qué título darle. Pensaba en hablar sobre los sueños, sobre cómo luchar por ellos, cómo hacerlos realidad. Pero finalmente he decidido posponer este tema. ¿El motivo de mi decisión? Esta mañana he asistido a la presentación de un curso de desarrollo personal sumamente interesante. Aún no estoy admitido en dicho curso, pero, si Dios quiere y me admiten, el día 15 de este mismo mes comenzaré a asistir a sus sesiones formativas. No hablaré ahora del contenido del mismo, esperaré a que sea una realidad. Pero, si finalmente soy admitido, estoy seguro de que dicho curso me va a proporcionar mucho material para escribir. De ahí que haya decidido aplazar para otro momento un artículo sobre los sueños.

Finalmente, pues, he querido hablar del nuevo curso. Que, visto de alguna manera, tiene algo que ver con los sueños por cumplir. Es muy común en las personas hacer propósitos de mejora. Y hay algunas fechas clave en las que muchos de nosotros nos ponemos a hacer propósitos como locos, a intentar mejorar nuestras vidas mediante el planteamiento de cambios, nuevos retos, etc. Una de esas épocas es la Navidad, el final de año, y otra es esta misma sobre la que hoy hablo, el final de las vacaciones, el comienzo de un nuevo curso.

Es este, sin duda, un momento para plantearse cosas. El verano ha quedado atrás (aún quedan 21 días, y, climatológicamente hablando, parece que se niega a abandonarnos; pero la mentalidad de casi todos es que el verano ha terminado), y atrás han quedado las vacaciones, la playa, el mar, los grandes viajes... Muy atrás quedó también el curso anterior, en el que a algunos les fue mejor, a otros peor, aspectos de nuestras vidas mejoraron y otros quedaron susceptibles de mejora... 

Llega el momento también, al menos para algunos, de las depresiones postvacacionales. Ese estado de depresión en el que muchos se sumen porque ha acabado lo bueno y de nuevo hay que madrugar, hay que pasar tiempo en la oficina, o en la fábrica, o en el hospital, o en el colegio... Sin embargo, esto es precisamente lo que hay que evitar, hundirse por lo bueno que se ha acabado. Porque... ¿es que lo que viene a partir de ahora no es bueno? Hay mucha gente que, aun queriéndolo, no puede trabajar. ¿Y hay quien se queja porque tiene que volver al trabajo? Bueno, no soy quién para juzgar a nadie, ni mucho menos las circunstancias personales de cada uno. Pero pienso que las cosas hay que tomarlas con optimismo, con una visión positiva de la vida. Debemos fijarnos en lo bueno, en lo que tenemos más que en lo que no tenemos, en lo que podemos alcanzar si ponemos en ello empeño y esfuerzo. Podemos dejar sorprendernos por las personas que tenemos a nuestro alrededor, podemos abrirnos un poco más a los demás, dejar que los demás nos transformen, nos ayuden, nos hagan mejores personas. Y, por otro lado, hacer lo mismo nosotros con los demás. Quizá no podemos hacer milagros. Pero sí podemos sonreír, sí podemos ser amables, sí podemos ser serviciales, sí podemos estar atentos a las necesidades de los demás... Y sí, podemos mirar a nuestro alrededor y descubrir un mundo maravilloso a pesar de todos sus defectos, un mundo que puede sorprendernos a cada paso que damos. Dentro de poco los árboles mudarán de color. Y eso, ¿no es maravilloso? Las más pequeñas cosas que ocurren a nuestro alrededor pueden hacernos felices. Pero para eso hay que tener los ojos abiertos (especialmente los del alma, pues como decía Antoine de Sain-Exupèry, en boca de su entrañable Principito, lo esencial es invisible a los ojos), y una mentalidad muy positiva. Sólo con eso, lograremos que el fin de las vacaciones y el principio del nuevo curso no sea un motivo de decepción y tristeza, sino un motivo de alegría por la posibilidad de empezar a vivir nuevas aventuras.