viernes, marzo 28, 2014

LA PACIENCIA


La paciencia es una hermosa virtud que, en los tiempos que corren, muchas veces brilla por su ausencia. Me atrevería a decir que es casi incompatible con el ritmo de vida que llevamos. Queremos las cosas aquí y ahora, queremos resultados inmediatos, no sabemos esperar, y si algo tarda más de lo que esperábamos enseguida nos ponemos nerviosos. Y es algo que ocurre en todos los ámbitos de la vida. Ocurre en el trabajo, ocurre en las relaciones interpersonales, ocurre cuando vamos a comprar algo y tenemos que hacer cola para ello, ocurre cuando el ordenador tarda un poco más de lo esperado en dar el resultado de aquello que le habíamos pedido... A menudo perdemos la calma, incluso los estribos, y generamos conflictos innecesarios, por no saber esperar, por no ser capaces de cultivar la bella virtud de la paciencia. Quizá en ese sentido tenemos mucho que aprender de las culturas orientales, o incluso de los hombres del campo, que han aprendido a esperar, han aprendido que las cosas llegan cuando tienen que llegar. Habiendo trabajado antes para que lleguen, claro está. No se trata tampoco de sentarse a esperar que nos caigan las cosas del cielo, porque eso no tiene nada que ver con la paciencia y sí mucho con la holgazanería. Igual que el campo tiene sus ciclos, y, una vez preparado y cultivado, hay que esperar a que dé su fruto para llevar a cabo la cosecha, asimismo ocurre con todo lo que hacemos los humanos. Primero trabajar las cosas, cultivarlas, y después, con santa paciencia, esperar a que den sus resultados. Si actuáramos de esta manera, nos ahorraríamos muchos disgustos, viviríamos más relajados y más felices, nuestra calidad de vida mejoraría sustancialmente. Y existen muchas manera de ejercitar la virtud de la paciencia. Para los creyentes, una buena manera de aprender a ser pacientes es el santo abandono. Es decir, el ora et labora que nos enseñaron los monjes. Se trata de hacer lo que uno buenamente pueda, poner todo el esfuerzo en llevar a cabo lo que tiene entre manos, y, después, dejarlo todo en manos de Dios, para que pase lo que tenga que pasar. Y es la oración, donde uno se encuentra con ese Dios personal que nos escucha, el mejor método para cultivar la virtud de la que hoy hablo. 

Quizá esto para un no creyente suene raro. Pero es probable que no le suene tan raro si le hablo de meditación. Quizá algún día hable más despacio de esta técnica, pero, en líneas generales, meditar es sentarse en silencio durante un rato, y no ocuparse de nada más. Dejar a un lado las preocupaciones y los agobios, y preocuparse únicamente de respirar pausadamente y no pensar en nada. Así, poco a poco, la paciencia va formando parte de nosotros mismos y podemos ir aplicándola a todas las facetas de nuestra vida.
Otra técnica muy de moda hoy en día, en la que no estoy muy versado pero que, por lo poco que sé de ella tiene que ejercer efectos muy beneficiosos en quienes la practican, es la llamada mindfullnes. Una técnica que, resumiendo mucho -quizá un día también dedique algún artículo a ello-, consiste en estar concentrado en lo que uno está haciendo, sin preocuparse de lo que hizo antes ni de lo que tiene que hacer después. Así, las cosas salen mejor, la productividad se multiplica, y los esfuerzos se concentran de manera mucho más efectiva en lo que uno tiene entre manos, de manera que los resultados son mucho mejores.
En definitiva, se trata de, a través de las técnicas que consideremos más efectivas, aprender a ser pacientes. Lo agradeceremos nosotros mismos, alcanzando una mejor calidad de vida y disminuyendo el estrés que padecemos, y lo agradecerán los demás, con quienes seremos capaces de ser más amables y más comprensivos.

A partir de ahora me puedes seguir en mi nuevo espacio, www.elsuenodelheroe.com ¡Allí te espero!

2 comentarios:

Unknown dijo...

Esta entrada me viene en un momento estupendo. Muchas gracias y enhorabuena por el sentido positivo.

Unknown dijo...

Me alegro de que te haya ayudado, Juan Carlos. Gracias a ti, y mucho ánimo. Un saludo.