El otro día me encontré por la red, gracias a una amiga, con un artículo de un blog que hablaba de amor con mayúsculas. Un artículo que no reproduciré aquí, pero con el que me sentí plenamente identificado, y me llevó a escribir mi propio artículo, contando algo parecido pero con mis propias palabras.
Y es que vivimos en una sociedad en la que el amor para siempre está denostado, se ha convertido en una especie de utopía, cuando no en algo totalmente irreal, inalcanzable, y hasta ñoño. A cualquiera que hoy día le digas que crees en un amor para toda la vida te mira con ojos raros y te dice que sí, que como idea no está mal, es bonita... pero en absoluto realizable. Es cosa de cuentos de príncipes azules y hadas madrinas, te dirán.
Sin embargo, gracias a Dios, aún quedan valientes, y aquí enlazo con el artículo que leí el otro día. Aún quedan valientes (y "valientas", que diría la ministra) capaces de jugárselo todo por una persona. Aún quedan valientes capaces de arriesgar, de darlo todo por la persona amada y no mirar a otro lado, capaces de hacer una elección definitiva y luchar por ella hasta el final. Ese es el amor en el que creo. Un amor apasionado, un amor que no entiende de comodidades ni de medias tintas, un amor que lo da todo, en los momentos buenos pero sobre todo en los malos, un amor que se entrega sin condiciones aun sabiendo que habrá momentos de aridez y de desgana, que habrá baches y obstáculos en el camino, que tendrá que bregar y batirse en duelo con multitud de dificultades, que tendrá que sufrir a veces y reír otras, un amor auténtico, sin dobleces, sin excusas, sin tonterías.
El valiente del que hablo es un hombre (o una mujer, pero en este caso hablo de un hombre porque yo soy hombre) que pone a su mujer en lo más alto, en el centro del universo, y no tiene ojos para otras. Que no espera que venga algo mejor, porque aun sabiendo de la imperfección de su amada, conoce también la suya y la del mundo, y sabe que, dentro de esa imperfección, su amada es lo más valioso, aquello por lo que merece la pena luchar y hasta morir si es necesario. El valiente del que hablo es un hombre que cuando llegan los momentos malos se pone el traje de faena, aprieta los dientes y sigue adelante, consciente de que la tempestad pasará pero que mientras no pase la huida no es algo que entre dentro de sus planes. Este valiente no pone excusas, no desaparece cuando su amada más lo necesita, es fuerte y a la vez comprensivo, es recio y también dulce, es cariñoso, es fiel, es leal, sabe escuchar y está siempre que se le necesita.
El valiente del que hablo es real, de carne y hueso. No ha salido de ninguna película ni de ninguna novela de ficción. Quizá queden pocos, quizá no esté de moda, quizá sea difícil encontrarlos. Pero existen. Yo conozco y he conocido algunos. Mi abuelo era uno de ellos, también lo es mi padre, y mi hermano, y tengo varios amigos que lo son. Y yo aspiro a ser uno de ellos. Para ello me han educado, en ello creo, para ello estoy preparado, y para ello estoy más que dispuesto. ¿Y tú?